Columna
John Voight y Dustin Hoffman recorren Nueva York-desnudan a Nueva York- en 1967. Un director británico y un camarógrafo polaco los siguen por la ciudad con la cámara al hombro. Un escritor argentino cuenta la historia de Perdidos en la noche.
Jon Voight y Dustin Hoffman en una escena de Midnight Cowboy
Despachos más o menos confidenciales de ese extraño país llamado literatura
Una sola vez en la vida se le alinearon todos los planetas al director de cine John Schlesinger y le salió Perdidos en la noche. Digo Perdidos en la noche y no Midnight Cowboy porque es uno de esos rarísimos casos en que la traducción es más fiel al espíritu de la película que el original, y ese título que le pusieron anónimamente en la distribuidora cuando la estrenaron en la Argentina (en ninguna otra parte la llamaron así) hace justicia a un hecho central de Perdidos en la noche: que el cowboy no iba solo en su inmersión en El Gran Lupanar Neoyorquino. Al querubínico aspirante a taxi-boy que interpretaba Jon Voight lo acompañaba el inmortal Ratso Rizzo que hacía Dustin Hoffman. Durante mucho tiempo, Perdidos en la noche fue una de esas películas que todos habían visto, generación tras generación, pero en estos días he descubierto con estupor que eso ya no pasa, que cada vez son menos los que creen que es el mejor retrato jamás filmado de Nueva York Babilonia, el Sueño Americano visto por la puerta de atrás.
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Fundador de Radar, el suplemento cultural de Página 12. Su último libro se titula 'El hombre que fue viernes'.
Octubre de 2013
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