Miguel Prudencio Reyes conocía las historias de memoria. Casi tan bien como conocía el cuero. Cuando ya el animal se había despegado de la carne y era piel sin dueño, secándose, oliendo a bicho, Prudencio la tomaba entre sus manos y le daba forma.
“De oficio talabartero, nacido el 28 de abril de 1882”.
Así se presentó al “bajar” a la capital y buscar su primer trabajo, todavía llevando el identikit del campo en cada uno de sus gestos. En la ciudad, Prudencio se encontró trabajando otro cuero: el de las pelotas de fútbol. Una cámara rebelde que se metía cosida dentro del envoltorio casi esférico. Una castigada forma que había que mantener, reparar y poner a punto. Para eso, este casi gigante contaba con la fuerza de sus brazos y sus pulmones inagotables. Antes de cada partido hinchaba los balones del Club Nacional de Football. Un club nacido con la fe de bautismo de que los criollos disputaran el predominio de los ingleses en el deporte del once contra once. Ahí, al lado de la línea de cal, apenas afuera del verdadero lugar de los protagonistas, Prudencio se conocía todas las historias.
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Es editor de la revista de la 'Quiroga'. En 2012, 'Poemas encontrados en la primera década' obtuvo el Premio Onetti.
Junio de 2014
Edición No.153
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