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Hasta mediados del siglo xx, la postura oficial del gobierno colombiano en torno a la inmigración era abiertamente xenófoba. En el Ministerio de Relaciones Exteriores reposan archivos con las historias de un sinnúmero de judíos que, huyendo del nazismo, buscaron establecerse en nuestro suelo. El manejo de esos casos por parte de la Cancillería fue una suma poco disimulada de trabas y abusos, muy propia de nuestros tejemanejes burocráticos.
Alexander Sienkiewicz. Fragmento de un cartel que promocionaba uno de sus conciertos en Brasil © Fotografías del archivo personal de la familia Rechnitzer
Brasil salvó la vida a un virtuoso del piano. Alexander Sienkiewicz tuvo que abandonar sus estudios en el Conservatorio de Berlín para refugiarse en Suiza de la macabra mano negra del nazismo. Su maestro Ignacy Paderewski, líder de la disidencia polaca en el exilio y uno de los grandes compositores del siglo pasado, lo hospedó en su casa, a escasos pasos del lago Lemán, donde las interminables partidas de ping-pong eran la única forma de amortiguar el helaje producto de la escasez de carbón y leña que atizaba a Europa. Uno de los destinos posibles para la huida fue una nación remota llamada Colombia. El músico polaco dirigió una petición manuscrita, fechada el 12 de junio de 1941, al Ministerio de Relaciones Exteriores para viajar en calidad de profesor de música. Las autoridades nacionales respondieron el 21 de agosto en un párrafo apretado, donde comunicaban la negativa a su petición de entrada al país debido a “las actuales restricciones migratorias”.
La fecha de nacimiento de Sienkiewicz no está clara. En la ficha consular brasileña consta que fue en mayo de 1898. Otras fuentes señalan junio de 1903. Todas coinciden, sin embargo, en que fue en Kazimierz Dolny, un pueblo de graneros con techos escalonados que miran sobre los márgenes del río Vístula. Su número de expediente es el 136 y forma parte de la lista de ciudadanos judíos de toda Europa rechazados por Colombia durante los años más espinosos del Tercer Reich. Se habla de alrededor de 20.000 solicitudes entre 1933 y 1942. La Enciclopedia Judaica indica que en ese lapso ingresaron 3.595 judíos al país. Otros estudios suben la cifra a 6.000. De cualquier forma, los números son engañosos y dejan vacíos, si se tiene en cuenta que muchos entraron con documentos falsos o por otro puerto suramericano antes de cruzar la frontera ilegalmente. Como el galerista e historiador de arte Kazimiro Eiger, quien además de haber tenido que renegar de su fe, y como tantos otros declararse católico, pasó estancado una temporada larga en Curazao antes de entrar al país en el 43.
La llegada masiva de refugiados judíos a América, ante el asedio nazi, dej...
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Qué buen artículo!!!... gracias Camilo por enseñarme un pedacito de nuestro pasado que refleja una historia ya conocida: desafortunadamente nos encanta y satisface mirarnos el ombligo.
La inutilidad de un servicio diplomático que hasta hoy es manejado por interés politico, y las grandes contradicciones entre la imágen internacional y la realidad nacional.
(Bogotá, 1982). Politólogo y periodista. Colaborador habitual de El País de España.
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