El ejemplar de El Malpensante que usted tiene en las manos, querido lector, constituye la quincuagésima edición de una revista que nació el 31 de octubre de 1996, en un día de Halloween, lo que sin duda nos pone bajo el auspicio de la muy calumniada cofradía de las damas de la escoba. En ese momento se nos pronosticó un destino similar al de la inmensa mayoría de revistas culturales que nos habían precedido en el país: una muerte temprana y una audiencia en extremo minoritaria. Siete años después estamos redivivos, y cada una de nuestras ediciones llega a varias decenas de miles de lectores. Hacemos parte, pues, de la orgullosa estirpe de los pronósticos que no se cumplieron.
La vanagloria, que no suele faltar en celebraciones de aniversario como ésta, nos asegura que hace siete años existían mejores posibilidades de éxito comercial si recurríamos a esquemas complacientes con la medianía general que es el rasgo predominante entre el público lector de un país inculto como Colombia. De ahí que buena parte de nuestro mérito, si es que lo tenemos, resida en no haber recurrido a estas recetas tradicionales, más seguras en lo económico pero de efecto espiritual más limitado. Si ha estado con nosotros algún tiempo, ya sabrá usted que El Malpensante no se dedica a atender un mercado preexistente según algún diseño importado, como hacen las revistas de sesgo masculino, femenino, vegetariano, ecologista, pacifista, políticamente correcto o referido a un estilo de vida determinado. También sabrá que no dependemos del gobierno ni de una institución poderosa, que menos aún somos un vehículo de relaciones públicas o de imagen dependiente de un gran conglomerado, como otras. No se dice esto para demeritar a las demás revistas, pues entre más haya mejor, sino para establecer una diferencia que no carece de importancia.
De entrada supimos que a la hora de diseñar y sostener en el tiempo una revista era muy importante decidir cuáles puertas se cierran, cuáles se dejan entreabiertas y cuáles se mantienen siempre de par en par. En nuestro caso me parece más fácil empezar por las que se cerraron: El Malpensante no es una revista académica, pues no delimita su objeto, su temática y el estilo de sus textos según las fronteras usuales en las disciplinas universitarias. Si me presionan, diría que nuestras normas de selección son mucho más estrictas que...