Iceberg
Ideas, apuntes, chismes, tendencias, habladurías
Mi número 100
En 1996, cuando empezamos a publicar El Malpensante, no pocas personas aplaudieron nuestro arrojo, pero de inmediato le presagiaron el peor de los futuros. “Lástima”, nos decían, “en Colombia proyectos así se acaban pronto”. Pues bien, aquí estamos trece años después, no solo disfrutando de una salud contagiosa sino alcanzando nuestro anhelado número 100. Lo hemos conseguido a pesar del pesimismo ambiente, de las dificultades para encontrar pauta y del clima de histeria y polarización que vive el país. No es una historia distinta a la que, antes de nosotros, han vivido muchísimas otras publicaciones literarias. En sus cartas, Jorge Gaitán Durán, el legendario director de la también legendaria revista Mito, se quejaba de exactamente lo mismo. Así pues, despreocúpense: no hallarán en lo que sigue el clásico lamento por la falta de apoyo, estatal y privado, que distingue a las publicaciones culturales. Tampoco citaremos ejemplos magníficos como el de Bill Clinton, ex presidente de Estados Unidos, que decidió enviar una elogiosa carta a los editores de Harper’s cuando la revista cumplió 150 años. En su lugar, proponemos una celebración: la de los lectores de El Malpensante. Estamos convencidos, a diferencia de tantos editores modernos, de que nuestro público es inteligente, de que sabe apreciar la buena escritura, de que no se desanima ante los textos largos, de que entiende la ironía y de que aprecia la curiosidad intelectual. A menudo ese público ha sido definido como una élite, y nosotros estamos de acuerdo si ello presupone que es una élite de actitud, no de origen social ni clase económica. Dicho de otra forma: El Malpensante es leído por el pequeño grupo de los que rechazan las soluciones fáciles y tratan de pensar su mundo con dosis cambiantes de humor y perspicacia. De los que, fieles a la consigna de Antonio Gramsci, mantienen el escepticismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. Eso presupone que aquí tratamos a la gente como si fueran adultos, evitando esa nociva tendencia a la infantilización que ahora campea en tantos medios. En los ojalá largos años que siguen, si de algo pueden estar seguros nuestros lectores es de que seguiremos tratándolos con la misma cortesía.
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Agosto de 2009
Edición No.100