© Archivo El Malpensante
Me acuso mi ataúd de haber sido caballo,
de haber vivido todos estos años como un caballo,
de dormir parado al filo de los 90
y ya en los últimos relinchos del amor de haber
olfateado tres
o cuatro míseras equas taimadas, pendencieras, vistosas
más bien de lomo y anca, allá por los potreros frente
al mar
con toda la ventolera,
me acuso de haber pastado piltrafas de silicona
en vez de pasto,
por cuncuna de hambre me acuso.
No había mujer ni pétalo de mujer, lo que había
eran unos libros grandes de esos que leía Baudelaire,
pero ¿quién
lee libros hoy?, ¿qué Bucéfalo, qué caballo lee libros,
a qué hora
entre tele y tele y otras náuseas? Me acuso
de vanidad por la celebridad y unos premios
a la podredumbre del ingenio que no da para
imaginación.
Imago es más que mariposa,
¿o no mi ataúd? cuántica
es amor y no contienda de patas en los hipódromos por
velocísimos que sean, asma, barranco de asma, reventó que
va a estallar
y es que no puedo más con el tajo del respiro, me
falta el aire del otro lado del aire, la fibrosis
pulmonar que me pillaron esa vez en esa clínica no es
mi fuerte, usted
lo sabe de sobra mi ataúd
mejor que el mismo Einstein: toda galaxia
pide cumbre, ritmo, y no hay que ser Píndaro
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