El año entrante trae una carga cultural inusitadamente fuerte para Bogotá y para Colombia. De un lado, Bogotá será Capital Mundial del Libro 2007 por elección que hicieron la Unesco, la Unión Internacional de Editores (UIE), la Federación Internacional de Libreros (FIL) y la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA). Suponemos que la distinción otorgada por tan dignas y sucesivas siglas se debió sobre todo al espectacular avance que en materia de bibliotecas públicas ha tenido la ciudad, así como a programas novedosos por el estilo de Libro al Viento, pues en las demás materias librescas el tinte de la cosa sigue tirando a castaño oscuro: se venden pocos libros, los índices totales de lectura no despegan y la actividad editorial independiente es pobre. De todos modos, la ocasión se presta para alborotar y ojalá para que un par de criaturas permanentes salgan de ahí. La más importante, sugerida hace varios años en estas páginas, sería instituir “La fiesta del libro”, un día al año en el que se regalan libros a diestra y siniestra en el país. Como de costumbre, el diablo está en los detalles: ¿qué días?, ¿quién le regala libros a quién?, ¿qué otros elementos de simbolismo bibliófilo se lanzan?, ¿cómo se le inyecta dinero al baile para que sean muchos los libros regalados? Tenemos entendido que ésta es la idea principal que adelantará la Cámara Colombiana del Libro en 2007. Ojalá acierten en los caminos concretos.
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Enero de 2007
Edición No.75
Publicado en la edición
No. 120Durante tres décadas, Wislawa Szymborska escribió una columna en el periodico polaco Vida Literaria. En ella respondía las preguntas de personas interesadas en escr [...]