Se espera del artista o del literato que alegue, discuta y cuestione. Y, más aún, que lo haga con altura; que formule argumentos sutiles, apasionados e informados. En esta separata abrimos un espacio para confrontar, sin temor, las ideas que se disparan cuando hablamos de “industrias culturales” o “economía creativa”, términos centrales de la actividad artística.
La discusión que surge de ahí no es nueva. Por un lado, hay quienes defienden el arte comercial y, por el otro, quienes pregonan el arte independiente y consagrado, “el arte puro”. La disyuntiva entre la concesión al público (o a su billetera), y la exaltación del artista iluminado o dedicado, se encuentra ya en Molière. Él apuntaba, dirigiéndose a los preceptistas de su tiempo, que la regla de todas las reglas es gustar.
Recientemente, se sumaron a esta discusión también los economistas, quienes han definido la participación del arte y la cultura como producto de exportación de las naciones. Esto agrega un nuevo elemento a la constitución de las políticas culturales y al debate sobre la función del arte en la sociedad. A la diversidad, la libertad de expresión y la igualdad de oportunidades, como ejes fundamentales de la gestión cultural, hoy también se suman la valoración en términos económicos y financieros, la estadística y las cuentas satélites de la contabilidad nacional.
Nada le da más valor a la cultura y al arte que una buena conversación, una amena discusión con argumentos sólidos. Eso es lo que buscamos aquí.
Juan Angel
Director de Idartes
Octubre 2016
Edición No.179
Publicado en la edición
No. 204La primera novela del escritor colombiano transcurre en tiempos en los que la fotografía erótica atentaba contra las buenas costumbres y los “pornógrafos” eran persegu [...]