Reseñas
La casa lobo, de Cristóbal León y Joaquín Cociña, fue presentada el pasado mes de marzo en el Festival Internacional de Cine de Cartagena, FICCI. La aterradora y preciosista película animada en stop-motion combina varias historias. Algunas ficticias, como los cuentos de hadas de “Los tres cerditos” y “Ricitos de Oro y los tres osos”; otras reales y más perturbadoras, como la de una colonia alemana al sur de Chile, dirigida por un predicador secular conectado con la dictadura de Pinochet y sindicado de pederastia.
Fotogramas de la película con tres de sus protagonistas: Ana, María y Pedro.
Cristóbal León corre con la mala suerte de tener que explicar su película una y otra vez. En esta ocasión lo hace en Bogotá ante un público fascinado que se queda a hablar con el director chileno una vez terminada la proyección de La casa lobo en la Cinemateca Distrital. “Me siento un poco incómodo –le responde al muchacho de pelo largo y chaqueta militar que le acaba de preguntar cuál es el significado del filme– teniendo que interpretar algo que acaban de ver”.
En su tono no hay pedantería sino timidez y desconcierto. Hace una semana le pasó lo mismo en Cartagena, donde se proyectó La casa lobo –que codirige con Joaquín Cociña– como parte de la programación del FICCI. David Lynch lo dijo alguna vez, luego de que le pidieran participar en un conversatorio tras la proyección de una de sus películas: “La película es la conversación”.
A los hermanos Grimm los hubiera atrapado esta historia: María, una niña oriunda de una colonia alemana al sur de Chile, huye de los adultos que la castigaron por haber dejado escapar tres cerdos de la porqueriza. Con hambre y sed, llega a una casa abandonada en medio del bosque, buscando resguardo del lobo que habita los alrededores. En la cabaña encuentra a dos de los cerdos de la discordia y, en medio de los cuidados que les procura y por no tener nadie más con quien hablar, traba con ellos una dulce relación maternal que va tomando matices siniestros. Mientras tanto, el lobo acecha tras las paredes domésticas.
Pronto uno descubre que las referencias al folclor europeo son alegorías, símbolos afortunados de hechos concretos –tal cual alguna vez fueron los cuentos de hadas primitivos–. La comunidad alemana de la que María escapa existió y aún existe: se trata de la Colonia Dignidad, un enclave rural en la provincia de Linares, fundado por Paul Schäfer hace más de medio siglo. La película comienza en plan de falso documental, auspiciado por el gobierno de ese país, en el que Schäfer supuestamente intenta hacer un acercamiento a la vida cotidiana de su experimento social. Pero rápidamente se convierte en un thriller de horror psicológico en st...
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Abogado y literato, becario de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Es el editor de la revista El Malpensante.
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