Crónica
Riqueza y pobreza encarnan en un tubérculo. En Perú, por cada diez mil habitantes hay una especie de papa. Aquí la historia de uno de los más celosos centinelas de la harina reina.
Ilustración de Elizabeth Builes
Julio Hancco es un campesino de los Andes que cultiva trescientas variedades de papa, y reconoce a cada una por su nombre: la que hace llorar a la nuera, la caquita colorada de chancho, la cuerno de vaca, la gorro viejo remendado, la zapatilla dura, la mano moteada de puma, la nariz de llama negra, la huevo de cerdo, la feto de cuy, la comida de bebé para dejar de lactar. No son nombres en latín, sino nombres que eligen los campesinos para clasificar las papas por su apariencia, su sabor, su carácter, su relación con las demás cosas. Casi todas las variedades de papas que Hancco produce a más de 4.000 metros de altura, en sus tierras del Cusco, ya tienen su nombre. Pero a veces siembra una papa nueva o una que ha perdido su identidad con el tiempo, y el Señor de las Papas puede nombrarla. A la puka Ambrosio –puka en quechua significa “roja”–, una variedad que solo se cultiva en sus tierras, Hancco la llamó así en homenaje a un sobrino suyo que murió al caer de un puente. Ambrosio Huahuasonqo era un campesino amable, dócil como un puré de papas, que seguía a su tío adonde fuera y conquistaba a la gente haciendo bromas. Dicen que su apellido quechua definía su carácter: Huahuasonqo significa “corazón de niño”. Después de su muerte, Hancco eligió su nombre griego para darle un destino: Ambrosio significa “inmortal”. La papa que lleva su nombre es alargada, suave, ligeramente dulce, con una pulpa amarillo claro y un anillo rojo en el centro. Es una de las favoritas de Hancco, un campesino que solo habla quechua y tiene un nombre latino: Julio significa “de fuertes raíces”. Una tarde de primavera de 2014, en su casa, días después de la siembra, Julio Hancco levanta una mano tan grande y rugosa como la corteza de un árbol, y señala un plato sobre la mesa.
–Como hijo –dice–. Como hijo, es papa.
Dentro de la casa de Hancco –un cuarto de piedra sin ventanas, con una mesa vieja y un fogón– está tan oscuro que no se alcanza a ver si lo dice sonriendo o con un gesto de solemnidad. Su esposa, sentada sobre un banquito en un piso de tierra, revuelve un caldo en el fogón. Encima de la mesa del comedor se enfría...
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Director editorial del New York Times en español. Fue editor de Etiqueta Negra. En 2011 su crónica ?El hombre que se convirtió en espejo? ganó el Premio Nuevas Plumas. Condujo un programa de entrevistas televisivas, otro literario en la radio, y un avión cuando planeaba ser piloto.
Septiembre 2018
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