Reseñas
Michel Houellebecq lo hizo de nuevo: en su más reciente novela predijo el presente político de Francia y la aparición de los “chalecos amarillos”. Un admirador de su obra señala los defectos y la clarividencia de ese último libro.
Una lectura de Serotonina, de Michel Houellebecq
La publicación de Sumisión, la anterior novela de Michel Houellebecq, vino precedida de un fuerte movimiento mediático provocado, en gran parte, por su núcleo argumental: la idea de una Francia sometida por voluntad propia a un gobierno musulmán era ya bastante escandalosa. El atentado en la redacción de la revista Charlie Hebdo, el 7 de enero de 2015, el mismo día en que salió a la venta el libro, hizo el resto. Sumisión se convirtió en un suceso cultural.
El caso de Serotonina ha sido distinto. La noticia de su publicación cayó de manera inesperada pocas semanas antes de que el libro fuera distribuido. De modo que esta vez las expectativas estaban centradas menos en la relación de la obra con el mundo exterior, una relación que en Houellebecq siempre ha sido profética y controversial, y más en la dinámica interna que esta nueva entrega establecería con el mundo propio que sus ficciones y sus personajes han ido perfilando con los años.
Al leer la obra, da la impresión de que el manuscrito también agarró desprevenidos a los editores. A los de Francia, España y Alemania, al menos, donde salió con una diferencia de pocos días. Pues Serotonina es, con toda seguridad, la novela más descuidada de Houellebecq. Tanto en lo estilístico como en lo estructural. Hay divagaciones balbuceantes, uso reiterado de comas donde se hubiera agradecido el punto seguido, oraciones incompletas, datos contradictorios o inconsistentes de los personajes, etc. Descuidos no achacables, me parece, a la traducción, sino a una ya inocultable fatiga mental del genio francés. Sin embargo, si algo se puede decir de Houellebecq, adaptando una expresión ya conocida, es que cualquier persona puede corregir una de sus páginas, pero nadie puede escribirla.
Esta particularidad otorga unos rasgos tan marcados a sus mundos ficcionales que Serotonina sirve tanto al lector desprevenido para entrar de lleno en ellos, como al lector reincidente. Es la suma y también el cierre de un largo ciclo iniciado en 1994 con la publicación de su primera novela, Ampliación del campo de batalla.
En principio, nada diferencia a su narrador de los protagonistas de libros como Plataforma o Las partículas elementa...
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Actualmente realiza estudios de doctorales de lingüística y literatura en la Universidad de París XIII. En 2016 recibió el Premio Rive Gauche à Paris al libro extranjero por su primera novela The Night.
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