Invitado Festival Malpensante 2009
Llevaba diecisiete meses sin trabajo cuando llamaron del canal estatal: la amante del presidente de la República se disponía a escribir el culebrón de las nueve. Necesitaban un libretista con experiencia.
—El Number One nos la mandó con una tarjeta de recomendación. Enfática, caballo. Puño y letra —dijo Fariñas, el gerente de Dramáticos.
Yo conocía a aquella mujer. Había sido amiga de Elsa, mi difunta esposa, también actriz, la pobre; también ella carnaza de culebrón.
Los del canal pensaron que quedarían muy bien poniéndola en la nómina de escritores. Era la única partida del presupuesto suficientemente dotada para afrontar los gastos fijos de una querida presidencial y asegurarle beneficios sociales.
La invitaron a almorzar, le hicieron firmar un contrato tipo “A” y se olvidaron de ella. Pero tres semanas después de la toma de posesión, el gerente general recibió una llamada del mismísimo Number One:
—Chico, te estoy llamando para informarme de cómo va el proyecto de Esther.
Fue la primera noticia que tuvo Pampín de que Esther abrigase algún designio distinto a cobrar un cheque cada fin de mes.
—Está muy entusiasmada —le dijo Number One a Pampín—. Ayúdenla con todos los hierros, hermano; tengo especial interés.
—¿Y qué la tiene tan entusiasmada? —pregunté.
—Una adaptación de Fortunata y Jacinto —anunció Pampín. No me pareció prudente corregir en ese momento al tipo que me estaba ofreciendo empleo.
—Pero eso ya se ha hecho —opuse, en cambio—. Televisión Española, hace años. Ana Belén era Fortunata.
—Lo que Esther se propone es una lectura latinoamericana de Pérez Galdós —precisó la sorna de Fariñas—. En Venezuela, época actual. Para no inflar los costos.
—En un tiempo esa jeva estuvo buenísima —evocó Pampín.
—Bella —dije yo, sin mentir.
—Si la vieras ahora. Parece un pichón de alcatraz. Alcoholizado.
El prob...