¡Saturados!

Avalancha, asfixia, caos, exabytes, millones… las metáforas y las cifras no dejan lugar a dudas: demasiada información. Este minucioso análisis de los contenidos en la red pone en orden las dimensiones del exceso y diagnostica el futuro del periodismo en la era digital.

POR Bree Nordenson

Enero 27 2021

Ilustración de Campbell Larid

En 2007, como parte de la tercera etapa de la planificación estratégica para su transformación digital, Associated Press decidió contratar a una empresa de investigación para que hiciera un estudio sobre el consumo de noticias de los adultos jóvenes en el mundo. Jim Kennedy, el director de planificación estratégica de AP, estuvo al principio de acuerdo con el proyecto porque pensaba que de allí saldría una presentación “amena y entretenida” para la reunión anual. Resultó ser más que eso: AP consideró que los resultados implicaban serias transformaciones respecto al papel de los medios en la era digital. Entre los hallazgos se destacaba uno: había muchos consumidores jóvenes que ansiaban noticias más profundas, pero eran incapaces de conseguirlas o no querían hacerlo. “La abundancia de noticias y la ubicuidad de la elección no se traduce necesariamente en un mejor entorno informativo para los consumidores”, concluían los investigadores en su informe final. “Los participantes en este estudio mostraron signos de cansancio informativo; es decir, parecían debilitados por el exceso de información e insatisfechos de sus experiencias informativas [...] En última instancia, el cansancio informativo llevó a muchos de los participantes a una reacción de indefensión aprendida. Cuanto más abrumados o insatisfechos se sentían, menores esfuerzos estaban dispuestos a hacer”.

No debería sorprender que los consumidores de noticias, incluso los jóvenes, estén saturados. La era de la información se define porque producimos mucha más información de la que podemos manejar, ya no se diga absorber. Antes de la era digital la información estaba contenida, limitada, por los medios. La publicación estaba restringida por el papel y los costos de distribución; la transmisión se circunscribía a la disponibilidad de frecuencias y al tiempo al aire. Internet, en cambio, tiene una capacidad ilimitada casi sin costo. Hoy hay más de 70 millones de blogs y 150 millones de páginas web –una cifra que se expande a un ritmo de aproximadamente diez por hora–. Cada día se envían 210.000 millones de emails. Se va el gigabyte y viene el exabyte; cinco exabytes representan 37.000 Bibliotecas del Congreso. Solo en 2006 el mundo produjo 161 exa­by­tes de datos digitales, el equivalente a 3 millones de veces la información contenida en todos los libros que se han escrito. Para 2010 se espera que ese número ascienda a 988. Elijan su metáfora: nos estamos ahogando sepultados bajo la nieve.
Los efectos de la era de la información en la producción de noticias y el consumo han sido muy profundos. Con todos sus beneficios –mayor transparencia, accesibilidad y democratización– internet ha frenado el modelo de negocio del periodismo apoyado en la publicidad. Esto, a su vez, ha conducido a los medios informativos a centrarse ferozmente en la rentabilidad. Durante la década anterior los medios hicieron recortes de personal, cerraron oficinas y disminuyeron el espacio dedicado a la información en beneficio de la publicidad. Pero a pesar de estas reducciones, el ciudadano medio no parece quejarse de la falta de noticias. Cualquiera con acceso a internet tiene miles de fuentes de información gratis en la punta de sus dedos. En cuestión de segundos podemos ojear el New York Times y el Guardian, Newsweek y The Economist, la CNN y la BBC.
Hoy las noticias forman parte del ambiente de una forma tan omnipresente –y en algunos aspectos tan invasiva– como la publicidad. Nos encuentran en el aeropuerto y en los taxis, en nuestros teléfonos inteligentes y agendas electrónicas, a través de los proveedores de email y los motores de búsqueda en internet. Casi siempre llegan desnudas: los titulares, actualizaciones y los artícu­los son arrancados de sus fuentes originales –muchas veces en cuanto se publican– y agregados en blogs, portales, redes sociales, lectores RSS y páginas personales en lugares como MiMsn, MiYahoo, MyAOL e iGoogle. En estos tiempos las noticias nos llegan como un flujo de fragmentos inconexos. Pero la información sin contexto no tiene sentido. No comunica y puede hacer que los consumidores se sientan perdidos. Como AP señalaba en su informe de investigación, “Lo irónico del cansancio informativo es que estos consumidores se sienten incapaces de cambiar sus formas de consumo de noticias, aunque tengan más control y más opciones que nunca. Cuando las noticias los agotaron, los participantes en el estudio mostraron una tendencia a la recepción pasiva frente a la búsqueda activa de noticias”.
Este fenómeno puede explicarse en parte por nuestra tendencia a la pasividad ante tanta información. Puede también atribuirse al hecho de que el gran número de revistas especializadas, la preeminencia de la televisión, el amplio espectro de formas de entretenimiento y la personalización alentada por las tecnologías digitales han hecho mucho más fácil evitar los contenidos sobre asuntos públicos. “Al elevarse la oferta, las personas que tienen la motivación de estar informadas sobre política sacan provecho de estas opciones, pero las personas que no lo están se alejan de la política”, explica Michael Delli Carpini, decano de la Escuela de Comunicación Annenberg de la Universidad de Pensilvania. “En los sesenta, si querías ver la televisión tenías que ver las noticias. Y ahora puedes evitarlas. Así que la elección puede ser una bendición relativa”.
En su libro Post-Broadcast Democracy: How Media Choice Increases Inequality in Political Involvement and Polarizes Elections, Markus Prior escribe: “La información política en el actual entorno mediático es en su mayor parte para quienes la quieren”. En otras palabras, en nuestro sobresaturado entorno mediático, la exposición casual a los contenidos políticos es mucho menos común de lo que solía ser. Los consumidores pasivos de noticias están menos informados, y es menos probable que lleguen a estar bien informados alguna vez.
La tragedia de los medios en esta época es que en su lucha por encontrar un soporte financiero no se han preocupado por mirar con suficiente atención las implicaciones del nuevo paisaje informativo. ¿Cómo procesa la gente la información? ¿Cómo ha afectado la saturación de los medios el consumo de noticias? ¿Qué deben hacer los medios para cumplir con su papel esencial de informar al público? Si se dedicaran a estas preguntas, muchos medios descubrirían que, hasta ahora, sus acciones –incrementar el volumen y la frecuencia de la producción, a veces de forma ciega y frenética– solo han dificultado las cosas para el consumidor.
Es ingenuo suponer que las empresas periodísticas vayan a reducir su producción –después de todo, ahí está involucrado el dinero de la publicidad–, pero, eso sí, deberían estar más atentos al contenido que producen. La mayor esperanza para la salud de los medios descansa tanto en su capacidad para filtrar e interpretar la información como en su capacidad para reunirla y difundirla. Si hacen de los datos aislados y las frases cortas su prioridad, cometen un error. La atención –nuestro más preciado recurso– escasea cada vez más. Para ganar la guerra por nuestra atención las empresas de noticias deben hacerse indispensables produciendo un periodismo que nos ayude a darle sentido al flujo de información que lo inunda todo.

Ilustración de Campbell Larid

Los límites de la atención humana

La nuestra es una cultura de la multitarea, de realizar la mayor cantidad de actividades en el menor periodo de tiempo posible. Conducimos y hablamos por celular, comprobamos el email durante las reuniones y presentaciones y cenamos viendo la televisión. En parte, dice Maggie Jackson, autora de Distracted: The Erosion of Attention and the Coming Dark Age, esta tendencia “es parte de un sistema de valores más amplio que venera la velocidad, la actividad frenética y la hipermovilidad como vías hacia el éxito. Ésta es la razón por la cual estamos dispuestos a conducir como borrachos o a trabajar sin descanso, aunque esto pueda literalmente matarnos”.
Mucha gente joven lleva la multitarea al extremo, en particular cuando se trata del consumo mediático. He visto cómo mi hermano de 22 años veía la televisión mientras hablaba por teléfono, chateaba con varios amigos, redactaba un email y actualizaba su página de Facebook. Y como los psicólogos cognitivos bien saben, la atención humana es bastante limitada. A pesar de nuestros mejores esfuerzos, cuando intentamos hacer más de una cosa a la vez somos menos eficientes o estamos más propensos al error. Esto es así porque la multitarea es en realidad un proceso de división de la atención, una constante interrupción y reanudación de tareas.
Adquirir nueva información requiere de una atención particularmente concentrada, lo cual incluye la capacidad de ignorar las distracciones. Para absorber la información contenida en un boletín de la CNN, por ejemplo, no solo debemos dirigir nuestra atención hacia la persona que está hablando, sino también filtrar los titulares en directo, la actualización de las noticias y el flujo de información financiera en la parte inferior de la pantalla. Torkel Klingberg, profesor de neurociencia cognitiva en el Instituto Karolinksa, Suecia, y autor de The Overflowing Brain, lo dice de forma muy sencilla: “Si no centramos nuestra atención en algo, no lo recordaremos”. Dicho de otra forma: la atención es un componente esencial en el aprendizaje.
Michael Posner, profesor emérito de psicología en la Universidad de Oregon, considera la atención como un sistema de tres redes: de alerta, orientadora y ejecutiva. La red de alerta se refiere al estado de vigilancia necesario para atender a la información, mientras que la red orientadora comprende el proceso por el cual respondemos a estímulos como el movimiento, el sonido o el ruido. La red de atención ejecutiva es la más especializada, sobre la que tenemos un control consciente. Si intentamos estudiar para un examen o leer una novela, la usamos para dirigir y mantener nuestro foco, así como para reprimir nuestra reacción a alguna conversación cercana o a la televisión.
El entorno saturado de información en el que vivimos, como se ha visto, demanda con insistencia nuestra atención. La vida moderna –tanto en el trabajo como en casa– está tan saturada de información que Edward Hallowell, psiquiatra en Boston, cree que muchos de nosotros sufrimos lo que él llama carácter deficitario de atención, una forma de trastorno de la atención inducido por la cultura. Según Hallowell y otros psiquiatras, todos estos estímulos en conflicto nos evitan asimilar la información. “Para lo que mejor está equipado tu cerebro es para pensar, analizar, diseccionar y crear”, explica. “Y si siempre estás respondiendo únicamente a pequeños estímulos, nunca profundizarás”. El periodista John Lorinc apuntaba lo mismo en un brillante artículo sobre la distracción publicado en The Walrus, en su edición de abril de 2007:
A menudo parece como si el exceso de datos hubiera sustituido la clase de atención centrada y reflexiva que puede convertir esa información en algo útil. La disfunción de nuestro entorno informativo es resultado de su extraordinaria fecundidad. La tecnología de la comunicación digital ha demostrado una sorprendente capacidad para subdividir nuestra atención en compartimentos más y más pequeños; cada vez más parece como si la jornada laboral se hubiese convertido en una cuestión de interrumpir interrupciones.
En un informe reciente titulado Information Overload: We Have Met the Enemy and He Is Us, la firma de investigación Basex llegó a la conclusión de que las interrupciones representan el 30% del día de un oficinista, y que acaban costando a las empresas americanas 650.000 millones de dólares al año. Otros estudios muestran que las interrupciones causan alteraciones importantes del rendimiento en las pruebas de inteligencia.
En muchos aspectos, la vida moderna –con internet en primer lugar– es un auténtico campo minado de distracciones. Esto plantea un desafío central para los medios, cuyo compromiso es informar al público. Una investigación de Pablo Bocz­kowski, profesor de comunicación en la Universidad Northwestern, ha revelado que cuando consumimos noticias en línea lo hacemos en un tiempo significativamente menor que en papel, y que lo hacemos mientras estamos trabajando. Otro problema adicional es la naturaleza brusca de la publicidad en línea. Los anunciantes web intrusivos boicotean nuestra red orientadora, que evolucionó para responder rápidamente a los nuevos estímulos. Sin embargo, aun si fuéramos de algún modo capaces de eliminar la distracción hacia los anuncios, el gran número de artículos, titulares y contenidos de audio y video en las páginas web nos seguirían dificultando centrar nuestra atención. Tener que decidir hacia dónde dirigir nuestra atención y luego mantenerla hace que leer y retener las noticias sea una tarea inmensa.
 
La economía de la atención
Uno de los esquemas más útiles para entender la relación del periodismo con la conducta en la era informática es el concepto de economía de la atención. La economía es, en últimas, el estudio de la asignación de recursos y los principios básicos de la oferta y la demanda, y hace más o menos una década un puñado de economistas e investigadores planteó el concepto de economía de la atención como una forma de combatir el problema de tener demasiada información y no contar con el suficiente tiempo o con personas que la absorban toda.
La dinámica de la economía de la atención ha creado un complicado e hipercompetitivo terreno de producción y consumo de noticias. Los medios no deben competir solamente unos con otros, también deben hacerlo con una variedad de opciones de información y entretenimiento que están aumentando más que nunca. Pero asimismo compiten con lo que precisamente sostiene sus esfuerzos: la publicidad. De hecho, la industria publicitaria ha estado lidiando con la dinámica de la economía de la atención durante las dos últimas décadas. Con un panorama publicitario saturado, los anunciantes deben trabajar más duro para hacer que sus mensajes lleguen al consumidor. Mark Crispin Miller, profesor de ecología de los medios en la Universidad de Nueva York, señala en el documental de “The Persuaders”, del programa de PBS Frontline:
Todo esfuerzo por romper el desorden solo resulta en más desorden. Al final, si no tienes contornos limpios y fondos sencillos para tus anuncios, si no tienes ese espacio en blanco, esas cosas corrientes, ese territorio virgen, vas a pasarlo muy mal intentando hacerte oír. La metáfora más obvia es la de una habitación llena de gente, todos gritando para ser escuchados. Lo que esto significa realmente, al final, es que la publicidad es asfixiante en sí misma.

Ilustración de Campbell Larid

Los medios también corren el riesgo de autoasfixiarse en un panorama informativo abarrotado de titulares, actualizaciones y recursos. Con el fin de recoger la atención de la audiencia y mantener la viabilidad económica, los medios se preocupan cada vez más por el “atractivo” de sus contenidos. Según Douglas Rush­koff, presentador de “The Persuaders” y autor del libro Life Incorporated, la pregunta para estas empresas se ha convertido en: “¿Cómo fijamos los ojos a nuestro contenido y les entregamos finalmente esos ojos a nuestros patrocinadores?”. Como él apunta secamente, “Se trata de un mandato muy diferente al de cómo hacemos para que la información –la verdadera información– esté disponible para la gente. La economía de la información, por tanto, es un espacio competitivo. Así que cuantos más proveedores de información estén pensando que compiten por los ojos en lugar de competir por una buena historia, más retrocede el periodismo”. El auge de las frases cortas, los titulares, los fragmentos, el infoentretenimiento y los chismes de famosos derivan de este intento por captar la atención de la audiencia –y el dinero de la publicidad–. Visitar la web de una agencia de noticias casi cualquier día da ejemplos por el estilo de: “Mujer vestida de vaquera rapta niños” (CNN), u “Hombre golpea a chica adolescente esperando en la cola del McDonald’s” (Fox News). Como Bocz­kowski apunta, “Antes los medios estaban organizados en mercados de monopolio u oligopolio, ahora son mucho más competitivos; el precio de ignorar las preferencias del consumidor es mucho más alto”.

De esta manera, el incremento masivo de la producción de información y el insignificante costo de distribuirla y almacenarla en línea ha hecho que la información pierda su valor. Eli Noam, director del Instituto Columbia para la Teleinformación, explica que esta deflación del precio es solo parcialmente compensada por el incremento de la demanda en la era digital, ya que el tiempo que tenemos para consumir información es limitado. “En su totalidad –contando por minuto, por línea, por palabra– la información ha disminuido su precio de forma constante”, dice Noam. “La deflación hace que sea muy difícil para muchas empresas permanecer en el negocio durante largo tiempo”.
Así, llegamos al núcleo del reto del periodismo en la economía de la atención: con el fin de preservar su función vital de servicio público –sin mencionar la supervivencia–, los medios necesitan reevaluar su papel en el panorama informativo y reinventarse para servir mejor a sus consumidores. Necesitan elevar el valor de la información que presentan, en lugar de disminuirlo. 
 
Más, más rápido, mejor
“Vivir y trabajar en medio de los recursos informativos como internet puede compararse a observar a un bombero apagar un fuego con napalm”, escriben Paul Duguid y John Seely Brown en The Social Life of Information. “Si tu página web es difícil de entender, vincúlala a otra. Si un sistema de ‘ayuda’ se sobrecarga, añade una ‘ayuda para usar la ayuda’. Si tu respuesta no está aquí, búscala entre otras 1.000 páginas. ¿Problemas con la información? Añádele más”.
Como muchos negocios en la era informática, los canales de noticias han aumentado de forma constante el volumen y la velocidad de su producción. Mientras que la proliferación de las fuentes de información en la web continúa a ritmo desenfrenado, los medios compiten por la atención del público añadiendo contenidos y extras como blogs, chats en directo con periodistas, transmisiones de audio y video, y diapositivas. Buena parte de ese material tiene una calidad excelente. Pero tomados en su conjunto, estos extras presentan un dilema: ¿Perseveramos o nos rendimos ante demasiada información? Y como el estudio de AP mostraba, hasta los consumidores de noticias jóvenes se cansan.
En psicología, la pasividad producto de una falta de control es conocida como “indefensión aprendida”. Aunque la lógica sugeriría que un aumento de las noticias disponibles les daría a los consumidores más control, en realidad no es así. En su libro The Paradox of Choice: Why More is Less, Barry Schwartz sostiene que tener demasiadas opciones puede ser farragoso. “En lugar de sentirnos con el control, nos sentimos incapaces de dar abasto”, escribe. “La libertad de elección puede al final convertirse en la tiranía de la elección”.
Un reciente estudio del Centro de Gestión para los Medios de la Universidad de Northwestern apoya este fenómeno. Los investigadores descubrieron que a pesar de su interés en las elecciones de 2008, los adultos jóvenes evitaban las noticias políticas en la web “porque les venía demasiada información de una sola vez y encontraban muchas cosas diferentes en pugna por su atención”. Los participantes en el estudio querían que las empresas de noticias mostraran menos contenido, para poder identificar la información esencial. “Los jóvenes quieren que el diseño de la web les indique lo que es realmente importante [...] en lugar de verse enfrentados por un apabullante ramo de opciones”, escriben los investigadores en su informe final.
La idea de que más es mejor está profundamente arraigada en la psique moderna. David Levy, profesor en la Facultad de Información de la Universidad de Washington, utiliza la frase “más, mejor, más rápido” para describir la aceleración en la sociedad que empieza con la Revolución Industrial. Según Levy, tendemos a definir la productividad en términos de velocidad y volumen más que en calidad del pensamiento y las ideas. “Todos esperamos ahora acabar más tareas en menos tiempo”, escribía Levy en un artículo publicado en 2007. “Y mientras que las nuevas tecnologías hacen notablemente más fácil y eficiente buscar y recopilar información de fuentes relevantes sobre una enorme variedad de temas, no pueden despejar ni para sí mismos ni para los demás el espacio y el tiempo que se necesitan para absorber lo que ha sido recopilado y reflexionar sobre ello”. En el caso de la producción de noticias, Barry Schwartz coincide: “El ritmo del ciclo de noticias ha cambiado tan drásticamente que lo que en realidad ha sido excluido es el tiempo que requiere pensar”.
 
Las implicaciones para la democracia
Nuestro acceso a la información digital y nuestra capacidad para publicar, compartir y enriquecer contenidos de manera instantánea a un costo insignificante, conlleva la extraordinaria capacidad de cumplir los ideales democráticos del periodismo. Pero como hemos visto, muchos consumidores de noticias no pueden o no quieren navegar por lo que Michael Delli Carpini llama “el ambiente de información desperdigada y caótica en el que vivimos hoy”.
Cuando la gente tenía menos información y menos opciones de entretenimiento, las empresas periodísticas eran capaces de producir contenidos de interés público sin tener que preocuparse excesivamente por la cuota de audiencia. Pero como internet y los nuevos ciclos 24/7 fragmentan la lectura y los lapsos de atención, ése ya no es el caso.
Cuando prolifera la información, la gente, inevitablemente, llega a especializarse más en sus carreras e intereses. Esta separación en nichos significa que el conocimiento público compartido está en receso, en tanto representa la posibilidad de que entremos en contacto con creencias que contradicen las nuestras. Las páginas personales, las actualizaciones de noticias y las alertas de email, así como las publicaciones temáticas, nos llevan a crear lo que el sociólogo Todd Gitlin llamaba de forma implacable “mis noticias, mi mundo”. Las noticias casuales –encontradas por azar– son mucho menos frecuentes en un mundo repleto de TiVos y herramientas de personalización en línea.
A la luz de esto, el papel del periodismo es más importante que nunca. “Al dividirse la sociedad”, escribe el periodista y escritor David Shenk en Data Smog, “son los periodistas quienes proporcionan el vital pegamento que nos mantiene, al menos en parte, como una unidad”. Los periodistas trabajan para proporcionar el contexto en un momento en el que la saturación de información dificulta que reunamos las piezas por nosotros mismos. “La labor del periodista no es prestar atención solo a un área en particular”, explica Paul Duguid. “Su labor es decir: bueno, ¿cuáles son las diferentes áreas implicadas en esta noticia en particular? Nos dan la amplitud que ninguno de nosotros tiene porque no somos especialistas del todo en nuestra propia área particular”. En otras palabras, el mejor periodismo no se limita a reportar y entregar información: la sitúa en su propio y pleno contexto.

Ilustración de Campbell Larid

 

El nuevo papel del periodismo

Privilegiar la velocidad y el volumen nos ha puesto en un panorama informativo irregular. “Hay una cantidad inusitada de recursos para las noticias a fondo y de última hora y para las actualizaciones constantes”, observa Boczkowski. “Creo que muchos medios están excediéndose”. Mientras que los titulares y las actualizaciones son sin duda importantes, su acumulación es problemática. “La abundancia de información nos abruma, así que no necesitamos más información sino personas que la asimilen, la entiendan y saquen algún sentido de ella”, escriben Duguid y Seely Brown.
La pregunta es, entonces, ¿cómo?
Como David Shenk señaló proféticamente hace más de una década, “en un mundo con una cantidad de información más grande de la que podemos procesar, los periodistas son los procesadores más importantes que tenemos”. Los investigadores que realizaron el estudio para AP llegaron a la conclusión de que el cansancio hacia las noticias que observaron entre los adultos jóvenes era resultado de una “sobrecarga de alimentos básicos en la dieta informativa –los hechos y las actualizaciones, que tendían a dominar el medio informativo digital–”. Dicho de otro modo, las noticias que encontraban no estaban plenamente procesadas.
Con el fin de tratar el problema, AP ha hecho cambios en la forma en que produce las noticias. Para comenzar, ha establecido un procedimiento llamado clasificación 1-2-3, que trata de reducir el desorden y la repetición de las noticias (los días de escritura inmediata han terminado) a la vez que reconoce la naturaleza consecutiva y en tiempo real que tienen las noticias en el mundo digital. Con la clasificación 1-2-3 los reporteros producen contenidos informativos en tres partes diferenciadas, que se clasifican de forma separada: un titular, una noticia breve en tiempo presente y, cuando sea oportuno, un relato en mayor profundidad. Al descomponer las noticias de esta manera, AP espera eliminar la redundancia y la confusión causadas al clasificar un artículo de larga extensión para el desarrollo de cada nueva noticia. Con la clasificación 1-2-3, cada componente reemplaza al componente previo: la noticia en tiempo presente reemplaza al titular, y a su vez el relato en profundidad reemplaza a la noticia en tiempo presente.
AP también ha establecido iniciativas que tienen por objeto proporcionar a los consumidores un contenido con mayor profundidad y análisis. Ha creado una sección de “Top Stories” en su redacción central de Nueva York para identificar “y considerar la importancia de la perspectiva” de las noticias más importantes del día. También ha comenzado a desarrollar gráficos web interactivos que ayuden a explicar las noticias que se prolongan en el tiempo y revisten cierto grado de complejidad, como el huracán Katrina o el derrumbe del puente de Minnesota. En 2008 la agencia lanzó Measure of a Nation, una serie multimedia dedicada a examinar las elecciones “a través del prisma de la cultura americana, y no solo de los candidatos y la carrera de caballos”. Las secciones de Measure of a Nation usan un enfoque histórico para cubrir conceptos como mito, elitismo y celebridad en la política presidencial americana. En un artículo publicado el pasado agosto, por ejemplo, el periodista Ted Anthony explica la poderosa influencia política de la familia Kennedy durante los últimos 50 años, trazando paralelos entre las campañas de John y Robert Fitzgerald Kennedy y la de Barack Obama. Como AP escribe en su informe, estos cambios en los enfoques representan “un esfuerzo concertado por pensar sobre las noticias a partir de la perspectiva del usuario final, dando un nuevo énfasis a la dimensión de la recopilación y edición de noticias”.
Al igual que las instituciones educativas, las mejores empresas periodísticas ayudan a la gente a convertir la información en los conocimientos que necesitan para entender el mundo. Como Richard Lanham explica en The Economics of Attention, “Las universidades nunca han sido simples canteras de datos y bodegas de almacenaje. Siempre han tomado como actividad central la conversión de datos en conocimiento útil, en sabiduría. Esto lo hacen creando estructuras de atención que llamamos programas y cursos de estudio”. Las instituciones periodísticas lo hacen instruyendo de forma reflexiva y aclarando las noticias. El periodismo más valioso es aquél que explica. “El primer y principal papel que desempeña el periodismo es proporcionar información en un contexto al que no se podría acceder como aficionado”, dice Delli Carpini. “Y creo que ahí es donde el periodismo debería estar centrándose”.
Como resultado, el periodismo explicativo puede tener un futuro prometedor en el mercado de las noticias. El 9 de mayo, en colaboración con NPR News, This American Life dedicó su programa de una hora a explicar la crisis inmobiliaria. The Giant Pool of Money se convirtió rápidamente en el episodio más famoso en los trece años de historia que tiene el programa. La Columbia Journalism Review elogió la pieza como “el enfoque más exhaustivo y perspicaz del sistema que produjo la crisis financiera”. Y en su blog llamado PressThink, Jay Rosen, profesor de periodismo en la Universidad de Nueva York, escribió que el programa era “probablemente el mejor trabajo de periodismo explicativo que haya escuchado nunca”. Rosen agregó que ayudando a la gente a comprender un asunto, el periodismo explicativo crea en realidad un mercado para las noticias. Le da a la gente una razón para sintonizarlas. “Hay algunas historias –la crisis hipotecaria es un gran ejemplo– en las que, hasta que no entiendo el conjunto, soy incapaz de dar sentido a cualquiera de sus partes”, escribe. “No se trata solo de que no sea un cliente de los informes de noticias hasta ese momento, sino que la propia frecuencia de las actualizaciones me alejan de los proveedores, porque semejante flujo aporta a mi sensación de estar mal informado, abrumado o fuera de onda”.
En lugar de contribuir al ruido del interminable torrente de titulares, frases cortas y fragmentos, NPR y This American Life dedican su tiempo a retroceder e informar de la cuestión en profundidad, y después explicarla de una forma que aclare uno de los mayores y más complejos asuntos del año. Como consecuencia del éxito del programa, NPR News formó un equipo multimedia a finales de agosto para explicar la economía mundial a través de un blog y un podcast, ambos llamados Planet Money. Y el 3 de octubre pasado This American Life y NPR emitieron una valiosa continuación, Another Frightening Show About the Economy, que examinaba la cada vez más profunda crisis financiera, incluyendo cómo debería haberse prevenido y los intentos de Washington por arreglar las cosas.
Además de aportar profundidad y contexto, otra función de los medios modernos es actuar como filtro de la información. Ningún medio encarna mejor este objetivo que The Week, una revista que se dedica a identificar y sintetizar las principales noticias de la semana. Mientras los semanarios tradicionales están luchando por mantener su relevancia y su viabilidad económica, The Week ha aumentado su difusión de manera constante durante los últimos años. “El propósito de The Week no es contarle las noticias a la gente, sino darle un sentido a esas noticias”, explica el editor William Falk. “Irónicamente, en esta era de información intensiva es más difícil que nunca saber qué es importante y qué no lo es. Así que a menudo le digo a la gente: con The Week estás contratando a un grupo de personas cultas e inteligentes que leerán por ti 50 horas a la semana y después se sentarán y te darán un informe de lo que han aprendido durante esa semana”.

En lugar de simplemente extraer y reproducir contenidos, esta fina revista recoge los hechos, el texto y las opiniones de una variedad de fuentes –aproximadamente cien por número– para crear sus propios artícu­los, columnas, análisis y obituarios. Como explica Falk, existe una cierta “alquimia” que se produce cuando sintetizas múltiples relatos sobre una noticia. Y el éxito de The Week indica que los consumidores están dispuestos a pagar por esto. “Somos una revista que ofrece un servicio, pero también somos una revista de periodismo”, dice Falk. “La gente trabaja diez, once horas al día. Está muy ocupada. Hay una tremenda demanda de su tiempo. Hay otras cosas que compiten por sus ratos de ocio –pueden conectarse a internet, ver la televisión o un dvd–. Así que lo que les entregamos es una destilación inteligente de lo que ha sucedido durante la última semana y una guía hacia asuntos a los que deben prestar atención”.

Un aliado en la batalla del periodismo para manejar la sobrecarga de información, mientras tanto, puede ser la maquinaria digital que la trajo. Aunque el archivo digital y la clasificación de datos no pueden reemplazar a la interpretación humana y al criterio editorial, sí tienen una importante función ayudándonos a navegar por el mar informativo. Como todo consumidor de noticias sabe, buscar o seguir una historia puede ser frustrante en internet, donde la información es omnipresente y transitoria. En su estudio, AP observaba que los consumidores jóvenes tenían dificultades para encontrar noticias relevantes tratadas con profundidad. De modo que la agencia de prensa intensificó sus esfuerzos a principios de 2005 para etiquetar todos sus artículos, imágenes y videos de acuerdo con un sistema de clasificación de los principales temas, personas importantes, lugares y hechos. Estas etiquetas permiten a los consumidores y a los medios encontrar y enlazar de forma más efectiva los contenidos de AP. Otras organizaciones como el New York Times (ver la pestaña Times Topics en nytimes.com), el Washington Post y la CNN tienen proyectos similares, con la promesa de proveer rápidamente –y a menudo en forma automática– a los consumidores un alto nivel de detalle, contexto y medios gráficos explicativos.
La web de BBC News puede ser el mejor ejemplo de cómo las organizaciones periodísticas pueden presentar el contexto en el medio digital. Una historia sobre la crisis de Rusia y Georgia, por ejemplo, se muestra mediante una lista de links en un mapa de la región, un perfil de cada país, una explicación de la crisis, un resumen de la política exterior de Rusia, noticias relacionadas y videos. La BBC presenta todas sus noticias de esta manera, dándoles a los consumidores distintas formas de conocer y comprender un asunto. Ninguna web americana es así de exhaustiva, pero algunos grandes medios, desde la CNN a la NPR y al National Journal han utilizado este enfoque en la creación de webs especiales para las elecciones de 2008. Enlazando unas noticias con otras, y agregando el análisis y la información de fondo, los medios pueden ayudar a los consumidores de noticias a abrirse camino a través de un flujo de información que, sin esta mediación, podría ser abrumador.
 
Por qué no desaparecerá el periodismo
Si bien es cierto que internet permite al individuo común crear y difundir información sin la ayuda de una editorial o de una empresa noticiosa, esto no significa que las instituciones periodísticas hayan dejado de ser pertinentes. “Curiosamente, la información es una de las cosas que al final necesita de las marcas casi más que ninguna otra”, explica Paul Duguid. “Necesita una recomendación, un sello de aprobación, algo que diga que es fiable o verdadera. Y así los periodistas y las instituciones del periodismo cobran importancia”.
Por otra parte, la avalancha de noticias podría, al final, apuntar a un nuevo papel para las instituciones periodísticas. “Esperamos que las personas que no son bibliotecarias ni gestoras del conocimiento hagan el trabajo de bibliotecarios y gestores del conocimiento”, dice Jonathan Spira, director ejecutivo y de análisis de la firma de investigación Basex. En otras palabras, la mayoría de nosotros carecemos de las habilidades, el tiempo, la atención y la motivación para dar sentido a un torrente incesante de información. Aquí es donde entran los periodistas y los medios. El hecho de que haya más información que gente o tiempo para consumirla –el clásico problema de la economía de la atención– representa una oportunidad económica para los medios. “Creo que los consumidores, al ser víctimas de esta avalancha, necesitan ayuda, y lo saben”, dice Eli Noam. “Y por lo tanto quieren tener publicaciones que hagan selecciones con criterios de calidad y credibilidad con el fin de hacer sus vidas más fáciles. La gente estará dispuesta a pagar por eso”. Un reto que podría convertirse en oportunidad.
De hecho, un periodismo que dé sentido a las noticias puede incluso aumentar el consumo de noticias. Como Jay Rosen señala en su blog, el periodismo explicativo crea “los andamios de comprensión que los usuarios pueden adjuntar en futuras noticias, lo que impulsa la demanda de las actualizaciones, que hoy se ofrecen más fácilmente”. De la misma manera –proporcionando links a la información de fondo y a los análisis junto a cada noticia–, la BBC proporciona a sus consumidores un marco de entendimiento que genera apetito de más información.
El futuro de las noticias depende de la voluntad de las organizaciones periodísticas para ajustarse a la nueva ecología y la nueva economía de la información en la era digital. Según Delli Carpini, “La metáfora de la agenda informativa funcionó muy bien durante el siglo XX, pero quizá hoy los medios deberían ser más bien guías, no tanto agendas. [...] Quieres personas que puedan guiarte a través de todo ese material”.
Irónicamente, si por la desesperación por el dinero de la publicidad los medios intentan captar la atención con fragmentos y frases cortas, estarán perdiendo definitivamente la guerra por la atención del consumidor. Los lectores y telespectadores irán a otra parte, y también los anunciantes. Pero si los medios deciden replantearse su papel y dar a los consumidores el contexto y la coherencia que quieren y necesitan en la época de la sobrecarga, podrían lograr la estabilidad económica por la que han estado luchando, a la vez que recuperarían su misión de servicio público.

ACERCA DEL AUTOR


Fue editor asistente de la Columbia Journalism Review.