Una conversación entre Borges y Menotti

Un cara a cara entre dos cracks: el eterno candidato al Nobel que jamás ocultó su ceguera ante el fútbol y el técnico que coronó a la selección gaucha en casa.

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Enero 27 2021
Borges

A las cinco menos cinco de la tarde del jueves 24 de agosto ingresamos al departamento B en el sexto piso del edificio ubicado en Maipú y Marcelo T. de Alvear. César Luis Menotti viste pantalón de pana francesa, camisa importada, pulóver Puma y campera blanca. Sus ojos recorren asombrados toda la escenografía. Libros y objetos de plata inundan el ambiente.

A la cinco en punto Jorge Luis Borges aparece en escena. Camisa blanca, traje azul cruzado, corbata al tono, zapatos negros y el bastón. Un apretón de manos y un intercambio de sonrisas.

Borges

Yo le pediría que usted maneje la conversación señor Menotti, pero después que se tranquilicen los fotógrafos. Estos chicos son siempre igual. Quieren sacar todas las fotos de golpe.

Menotti

No quiero que lo tome mal, pero me llamó la atención leer en los diarios declaraciones suyas respecto a que el fútbol es un deporte de imbéciles.

Borges

Yo nunca dije eso. Lo que yo dije fue que tuvo excesiva importancia un juego que a mí me parece frívolo. Me suena rarísimo escuchar de la gente frases como “hemos vencido a Holanda”. No hemos tomado Róterdam, ni Ámsterdam, ninguna cosa patrimonio de ellos. Simplemente, once jugadores, de los cuales uno fue traído expresamente de España, les ganaron a otros once. Entonces pienso: ¿qué importancia puede tener eso? Ya Aristóteles decía que era una metáfora decir que Grecia había vencido a Persia. Lo cierto era que un ejército griego había vencido a uno persa y punto. Pero parece que esa metáfora fue tomada muy en serio y aplicada a un juego que es totalmente convencional. La gente lo ha tomado de un modo increíble. Es como si pensaran de una manera irreal y hubieran olvidado que ellos pagaron la entrada para convertirse en meros espectadores. Pero a la luz de las declaraciones se siente como si hubieran jugado el partido final. Y aunque lo hubieran hecho, eso no sería tan importante.

Menotti

Ya coincidimos en algo. Lo más lindo que dijo fue para darle importancia, puede sonar como sinónimo de no entender el juego. ¿O me equivoco?

Borges

Por supuesto. Supongamos que los jugadores argentinos hubieran resultado derrotados: ¿en qué hubiera incidido sobre nuestro estilo personal? Pienso que la única verdad es esta: todos hablan de fútbol y pocos lo entienden en forma concreta. Entonces hacen de un triunfo o una derrota una cosa de vida o muerte.

Menotti

¿Qué explicación le puede dar a ese fenómeno?

Borges

Que la gente vive frágilmente y, ayudada por la prensa, la radio y la televisión, quedó como alucinada.

Menotti

¿Es fácil que la prensa lo produzca en algún otro deporte o esa alucinación tiene que ver con el juego?

Borges

Lo ha producido con un juego extranjero, porque si el campeonato hubiera sido de truco, taba o carreras, las cosas hubieran resultado más fáciles. Yo no sé por qué se hizo tan popular ese fútbol inglés. Es raro observar que siendo Inglaterra un país generalmente odiado –aunque yo quiera mucho a Inglaterra–, nunca se haya usado ese argumento en su contra, como país generador de deportes puramente físicos. Es que la idea de que alguien pierda o alguien gane me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible.

Menotti

¿Y eso no ocurre en el ajedrez, por ejemplo?

Borges

Pero en el ajedrez importa menos quién gana. Yo no sé si el fútbol le interesa a la gente como deporte o como generador del hecho de que alguien gane o de que alguien pierda. Yo pensaba seriamente en la posibilidad de crear un juego en el que no se ganara ni se perdiera. Por eso siempre me gustó la taba que, aunque mantuviera en los jugadores la idea de ganar, no trasuntaba humillación para el que perdía. Salvo que alguien piense que hay algo más noble que la derrota. Por ejemplo, si usted lee la Ilíada se dará cuenta de que la simpatía de Homero no está con los griegos, sino con los troyanos, que finalmente son los vencidos. Y fíjese que, sin querer, estamos cayendo en esa vulgaridad que parece obsesionar al mundo y que es ganar o perder a algo. ¿No podemos hablar de otros temas?

Menotti

El fenómeno que yo quería escuchar del señor Borges era la posibilidad de una explicación de por qué el fútbol produce ese tipo de reacción popular. Si es un misterio del juego, ya que es muy raro lograrlo en otra disciplina por más publicidad que se le dé o por más que se intente montar un espectáculo distinto. ¿Por qué no se logra con otro juego que no sea el fútbol?

Borges

Yo no sé. He visto en mi vida como medio partido de fútbol. Una vez fui a ver un enfrentamiento de selecciones. Jugaban Argentina y Uruguay, y yo sentía íntimamente que Amorim –que era uruguayo– deseaba que ganara nuestra selección y a mí me pasaba a la inversa. Tal vez por la amistad y el respeto por el amigo que ambos profesábamos.

Menotti

Señor Borges, ¿le molesta que fume?

Borges

Por favor, pero aprovecho para preguntarle –ahora yo me pongo de periodista– ¿cuál es el placer que le provoca el fumar? Porque yo fumé cuando tenía once años y para hacerme el hombre, hasta que mi padre me sorprendió haciéndolo a escondidas y me invitó a fumar un cigarrillo de hojas después del almuerzo. Y al rato comencé a sentir las previstas náuseas. Por eso traigo una frase muy linda de Oscar Wilde: “La única intoxicación es la conversación”. Y es verdad.          

© Este diálogo apareció originalmente en el diario Clarín en agosto de 1978, semanas después de que Argentina conquistara el Mundial de Fútbol disputado en ese país, tras derrotar a la Selección holandesa.

El fragmento que publicamos fue tomado de la antología de fútbol y literatura Sueños a la redonda (Hombre Nuevo, 2011), compilada por Gonzalo Medina Pérez.

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