El alarmismo climático nos perjudica a todos

Solíamos burlarnos del tipo que cargaba un cartelito anunciando el fin del mundo; ahora, todos estamos de acuerdo con el “loco”. Un experto en temas medioambientales hace un llamado a la prudencia ecológica y a cuestionar el consenso apocalíptico. 

POR Michael Shellenberger

Enero 27 2021
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Ilustración de Alejandra Balaguera

 

Nota introductoria

Recientes eventos climáticos, como los incendios forestales en California, Brasil y Australia, han despertado un descomunal interés por el futuro de la biosfera y la humanidad. Hay investigadores que predicen un colapso social; activistas como Greta Thunberg que respaldan esta idea y pintan un posible apocalipsis. También hay especialistas que han rechazado el alarmismo por falta de bases científicas. Entre estos últimos está Michael Shellenberger, quien durante dos décadas se ha dedicado a estudiar y escribir sobre cambio climático, y cuya organización, Environmental Progress, ha trabajado para evitar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. Este artículo es una forma de profundizar en su argumentación luego de la controversia que suscitó su columna “Why Apocalyptic Claims About Climate Change Are Wrong”, publicada en noviembre de 2019 en Forbes, donde expone la falta de bases científicas de los investigadores y activistas para asegurar que los koalas se van a extinguir por culpa de los incendios de Australia o que la civilización se va acabar debido al cambio climático. A su manera, la adolescente Lauren Jeffrey desempeña aquí un papel alternativo al de Greta Thunberg.

E. M.

 

 En julio del año pasado, una de las profesoras de Lauren Jeffrey hizo un comentario fugaz sobre cómo el cambio climático podría causar un apocalipsis. Jeffrey es una adolescente de diecisiete años que va a la escuela secundaria de Milton Keynes, una ciudad de 230 mil habitantes a unos 80 kilómetros al noroeste de Londres.

–Investigué sobre el tema y pasé los siguientes dos meses muy ansiosa –me dijo Jeffrey–. Oía a los chicos a mi alrededor hablar del tema, convencidos de que el mundo se iba a acabar e íbamos a morir.

En septiembre, psicólogos británicos advirtieron sobre el impacto que las discusiones apocalípticas sobre el cambio climático está generando en los niños.

–No me cabe la menor duda de que se están viendo afectados emocionalmente –le dijo a Reuters la profesora Caroline Hickman, de la Universidad de Bath, miembro de la Climate Psychology Alliance.

–Encontré muchos blogs y videos que predecían un colapso social en diferentes fechas, como 2030 o 2035 –dice Jeffrey–. Ahí empecé a sentirme nerviosa y preocupada. Al principio intenté olvidarme del asunto, pero seguía dando vueltas en mi cabeza.

En octubre, la televisión británica transmitió múltiples declaraciones de voceros del movimiento Extinction Rebellion en las que afirmaban que “miles de millones de personas morirían” a causa del cambio climático.

–Durante ese mes oía a la gente de mi edad diciendo cosas alarmantes –dice Jeffrey–, como “es demasiado tarde para hacer algo”, “no hay futuro”, “básicamente estamos condenados”, “deberíamos rendirnos”.

Pocas semanas después, celebridades como Benedict Cumberbatch, Stephen Fry, Emma Thompson, Olivia Colman, Ellie Goulding, Thom Yorke, Bob Geldof y una Spice Girl estuvieron promoviendo a Extinction Rebellion.

–Investigué y encontré que hay mucha desinformación proveniente tanto de los negacionistas como de los catastrofistas –dice Jeffrey.

Desde principios de octubre, Jeffrey ha publicado siete videos en YouTube y se unió a Twitter. Descubrí sus videos después de googlear “extinction rebellion millones morirán”. “Por más importante que sea su causa”, dice Jeffrey en uno de sus videos, que es algo así como una carta abierta a Extinction Rebellion, “su persistente exageración de los hechos tiene el potencial de causarle más daños que beneficios a su credibilidad científica, así como al bienestar psicológico de mi generación”.

 

Por qué para la ciencia no habrá un apocalipsis

En una reciente columna publicada en Forbes, señalé que no hay bases científicas para sostener que el cambio climático será apocalíptico y que los periodistas medioambientales y los activistas climáticos tienen la obligación de separar los hechos de la ficción.

Parte de lo que me inspiró a escribir esa columna es que me preocupa la creciente eco-ansiedad de los jóvenes. Mi hija tiene catorce años. Aunque ella no está asustada –en parte porque le he dado explicaciones científicas– me cuenta que muchos de sus compañeros sí lo están.

En 2017, la Asociación Estadounidense de Psicología diagnosticó un incremento de la eco-ansiedad y la definió como “un miedo crónico a la catástrofe medioambiental”. Estudios de todo el mundo documentan un crecimiento de la ansiedad y la depresión por el cambio climático, especialmente en los niños.

–Una de mis amigas está convencida de que en 2030 habrá un colapso en la sociedad y “una extinción humana en un futuro cercano”, en 2050 –dice Jeffrey–. Su conclusión es que nos quedan diez años de vida.

En los últimos dos años, los medios británicos e internacionales han publicado y transmitido afirmaciones de los fundadores y voceros de Extinction Rebellion, según las cuales “miles de millones morirán” y que “la vida en la Tierra está agonizando” por el cambio climático, a menudo sin decir explícitamente que esas afirmaciones carecen de fundamentación científica.

Quise saber en qué basaba ese movimiento sus declaraciones apocalípticas y por eso entrevisté a su vocera principal, Sarah Lunnon.

–No es Sarah Lunnon quien dice que miles de millones de personas van a morir –cuenta Lunnon–. La ciencia predice que nos dirigimos a un incremento de 4 ºC en la temperatura global, y expertos como Kevin Anderson, del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático, y Johan Rockström, del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático, han manifestado que el aumento de la temperatura es incompatible con la vida civilizada. De hecho, Rockström dice que él no entiende cómo un planeta con cuatro grados más de temperatura podría albergar mil millones de personas o incluso la mitad de esa cantidad.

Lunnon se refiere a un artículo publicado en The Guardian en mayo de 2019, en el que se citó a Rockström haciendo esa afirmación. Le señalé que no hay nada en los reportes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) que haya sugerido algo ni remotamente parecido a lo que ella le atribuye a Anderson y a Rockström. ¿Por qué deberíamos confiar en las especulaciones de dos científicos más que en lo dicho por el IPCC?

–No se trata de escoger entre posturas científicas –dice Lunnon–, sino de comprender el riesgo que enfrentamos. El reporte del IPCC muestra diferentes proyecciones a partir de ahora y algunas son muy, muy sombrías.

Para entender la controvertida advertencia de que “mil millones morirán”, entrevisté a Rockström por teléfono. Me contó que el reportero de The Guardian le había entendido mal. Lo que él había dicho era que veía “difícil que podamos acomodar a ocho mil millones de personas o incluso la mitad de eso” en un planeta recalentado, no “mil millones de personas”.

Rockström dijo no haber notado la imprecisión de la cita hasta que recibió mi mail, y solicitó una fe de erratas, la cual The Guardian publicó poco después. Aun así, se mantuvo en su predicción de cuatro mil millones de muertes. Reiteró:

–No encuentro evidencia científica para probar que un planeta con un aumento de temperatura de 4 ºC pueda albergar ocho mil millones de personas. A mi juicio, esta es una premisa justificada científicamente. No tenemos evidencia de que en un mundo así podamos proveer agua, alimentos y refugio a la población global actual de ocho mil millones. En mi opinión de experto, me parece incluso dudoso que podamos alojar la mitad, es decir, a cuatro mil millones de habitantes.

Rockström también aseguró que la mitad de la superficie de la Tierra se volvería inhabitable, la gente se vería forzada a migrar a los polos, y las oleadas de calor y la elevación del nivel del mar causarían otras perturbaciones. Pero, ¿hay algún estudio del IPCC que demuestre que la producción de alimentos disminuirá?

–Hasta donde sé, ellos no han dicho nada sobre la cantidad de población que puede ser alimentada con esta u otra temperatura –dijo.

Entonces le pregunté si acaso alguien se ha molestado en hacer un estudio de lo que pasaría con la producción de comida en un planeta con un aumento de cuatro grados de temperatura.

–Esa es una buena pregunta –dijo Rockström, que es agrónomo–. Debo admitir que al menos yo no he visto ningún estudio por ese estilo. Es una pregunta importante.

Lo cierto es que algunos científicos, incluidos dos colegas de Rockström en el Instituto Potsdam, diseñaron recientemente un modelo que proyecta la producción de alimentos. Su principal hallazgo fue que las políticas contra el cambio climático tienen más probabilidades de afectar la producción de alimentos y empeorar la pobreza rural que el cambio climático en sí mismo, incluso tomando como referencia un elevado incremento de cuatro o cinco grados de calentamiento global. Las “políticas climáticas” a las que se refieren los autores son aquellas que encarecerían el consumo energético y darían lugar a un mayor uso de bioenergía (la quema de biocombustibles y biomasa), lo que acrecentaría la escasez de tierra y los costos de los alimentos.

“Aunque se proyecta que en general los efectos nocivos del cambio climático aumentarán con el tiempo, nuestra conclusión de que estos serían aún más graves para la ‘agricultura de mitigación’ probablemente se mantenga en pie incluso si hay que mover el horizonte temporal a 2080, considerando el escenario de cambio climático propuesto en el RCP 8,5”, un escenario en que el IPCC proyecta un aumento de temperatura de entre tres y cinco grados.

Así mismo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) concluye que la producción de alimentos se incrementará en un 30% para 2050, a menos que se adopten “prácticas sostenibles”, en cuyo caso se incrementaría solo entre el 10% y el 20%. La innovación tecnológica contrarresta significativamente el cambio climático en cada uno de los escenarios de la FAO.

¿Y qué pasa con la cita atribuida al autor Michael Oppenheimer, miembro del IPCC, en un artículo publicado en The Atlantic, según la cual un ascenso del nivel del mar de unos 88,3 centímetros sería “un problema inmanejable”?

–En el artículo hubo un error del periodista –me dijo Oppenheimer–. Él escribió 88,3 centímetros. El número real es 1,1 metros (3,7 pies), y está basado en la elevación del nivel del mar predicha por el informe RCP 8,5 del IPCC [Informe especial sobre el océano y la criosfera en un clima cambiante].

Pero, ¿qué sería exactamente “inmanejable” en un acrecimiento del nivel del mar de 1,1 metros de aquí a 2100?, pregunté. Oppenheimer señaló como ejemplo la falta de preparación de ciudades por el estilo de Nueva Orleans o Nueva York frente a grandes huracanes como Katrina en 2005 y Sandy en 2012. Insistí: ¿Estados como Bangladesh no podrían hacer sencillamente lo que hicieron los Países Bajos? Un tercio de ese país está bajo el nivel del mar, algunas áreas hasta siete metros por debajo.

–Los Países Bajos duraron mucho tiempo sin mejorar sus diques por causa de las dos guerras mundiales y una depresión económica –dijo Oppenheimer–, y solo empezaron a modernizarse con la desastrosa inundación de 1953.

Esta mató a más de 2.500 personas y motivó a los Países Bajos a reconstruir sus represas y canales.

–La mayor parte de la humanidad no tiene cómo darse ese lujo –dijo Oppenheimer–. Así que en la mayoría de sitios la gente se adaptará a la inundación construyendo estructuras más altas o inundables. O tendrán que marcharse.

Pero, ¿acaso ese repliegue de las comunidades costeras es algo “inmanejable”?, pregunté.

–Mucha gente se fue de Nueva York después del huracán Sandy –reconoció Oppenheimer–. No diría que tal cosa es inmanejable. Tal vez lo sea temporalmente, en el sentido de que no podríamos mantener un correcto funcionamiento social si el aumento del nivel del mar llegara a esa cifra de poco más de un metro. Los bangladesíes probablemente abandonarían la costa e intentarían entrar a India.

Millones de pequeños agricultores, como los de las costas bajas de Bangladesh, se cambian de ciudad cada año, señalé. ¿La palabra “inmanejable” no sugiere una ruptura social permanente?

–A lo que me refiero con “situación inmanejable” es a tener personas obligadas a tomar una única decisión –dijo–. Es el tipo de escenario que provoca rupturas económicas, perturbaciones en el modo de vida de la gente, la pérdida del control del destino propio y la muerte de muchas personas. Podrías argüir que devendrán en situaciones manejables; sí, nos recuperamos de los desastres. Pero la gente que muere no se recupera.

En otras palabras, lo que Oppenheimer llama “inmanejable” son situaciones que ya ocurren –como el huracán Katrina, que mató a más de 1.800 personas–, en las que el aparato social se volvió “temporalmente” difícil de manejar. Deberíamos estar preocupados por el impacto climático en poblaciones vulnerables, no hay duda; la adaptación a nuevas condiciones no se da de forma automática. Pero está claro: no hay conocimiento científico para respaldar las afirmaciones de que el aumento del nivel del mar amenaza la civilización ni mucho menos que causará un apocalipsis.

 

¿Puntos de inflexión?

Después de escribir mi última columna, muchas personas me preguntaron sobre los “puntos de inflexión” climáticos como el colapso de las capas de hielo en la Antártida y Groenlandia, el escape de gas metano de la tundra en derretimiento, la ralentización de las corrientes en el océano Atlántico, así como la sequía y la quema de la selva amazónica.

En respuesta, apunté que el IPCC nunca ha predicho que ninguna de estas cosas vaya a ser catastrófica para la civilización, muchos menos apocalíptica. Si todas las capas de hielo de Groenlandia se desintegraran, los niveles del mar aumentarían siete metros, pero en un lapso de mil años. Incluso si el aumento de la temperatura rozara los 6 ºC, las capas de hielo de Groenlandia solo perderían el 10% de su volumen en el transcurso de 400 a 500 años. El Premio Nobel de economía William Nordhaus calcula que la pérdida total de las capas de hielo de Groenlandia solo aumentaría el costo óptimo del carbón en un 5%. En cuanto al Amazonas, el IPCC dice que “la probabilidad de un declive forestal para 2100 a causa del clima es menor de lo que se esperaba”. En mis últimas dos columnas expuse que los factores no climáticos superan el efecto del cambio climático en materia de incendios a nivel global. Lo mismo pasa en la Amazonía.

“Ahora hay una certeza parcial”, afirman voceros del IPCC, “de que el cambio climático por sí solo no provocará una deforestación a gran escala para 2100, a pesar de que se pronostica una transición a tipos de bosques más secos en el este de la Amazonía”. Lo que será decisivo en este caso es la cantidad de tala, incendios y otros cambios de paisaje, como pasa en California y Australia. En cuanto a la circulación de retorno meridional en el océano Atlántico, anota el IPCC, “existen pocas pruebas que vinculen esta anomalía con el calentamiento antropogénico”.

Si bien es posible que la circulación de retorno meridional en el océano Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) se debilite entre el 11% y el 34%, según el IPCC “es poco probable que sufra una transición abrupta o un colapso en el siglo XXI”.

 En su nuevo libro, la activista medioambiental Greta Thunberg advierte sobre “los imprevisibles puntos de inflexión y circuitos de retroalimentación, como el extremadamente poderoso gas metano que se escapa rápidamente del permafrost ártico”. Pero si el escape de este gas fuera “imprevisto”, Thunberg tampoco lo hubiera podido prever. En realidad, los científicos que estudian el cambio climático monitorean de cerca la salida de gases del permafrost y tienen en cuenta el calentamiento que van a generar para estimar su contribución al futuro aumento de la temperatura.

Hace unos meses un grupo de científicos, que incluía a Rockström, publicó un artículo en la sección de opinión de la revista Nature, en el que se referían a la pérdida del bosque tropical del Amazonas y las capas de hielo de la Antártida Occidental: “Cada vez hay más indicios de que estos eventos podrían ser más probables de lo que se pensaba”. Sin embargo, lo que ellos describen puede pasar en cientos o en miles de años; en ningún momento están pronosticando que “miles de millones de personas morirán”. Cuando entrevisté al principal autor de la columna de Nature, el profesor Timothy Lenton de la Universidad de Exeter, le pregunté sobre una conjugación verbal que me llamó la atención. En el artículo, Lenton menciona que la capa de hielo de la Antártida Occidental “probablemente ya pasó su punto de inflexión” y continua diciendo que “cuando este sector colapse, podría desestabilizar el resto de las capas de hielo de la Antártida Occidental en un efecto dominó, lo que llevaría a un aumento de tres metros del nivel del mar en un período de siglos a milenos”. Le pregunté si al decir “cuando colapse” sugería que era inevitable impedir que esto ocurriera.

–Bueno, no podemos descartar que ya esté pasando –dijo–. Sin embargo, cualquier glaciólogo le diría que es deseable recoger más datos. Porque monitorear lo que está pasando en la Antártida Occidental no es nada trivial.

Entonces, le pregunté, si la manera adecuada de enunciarlo no sería “si ocurre” en lugar de “cuando ocurra”.

–No podemos estar totalmente seguros –dijo Lenton–, pero si llegare a pasar, tendremos efectos colaterales. Por la falta de datos, es difícil descartar que ya esté colapsando.

No fui la única persona confundida por la cantidad de condicionales y subjuntivos del artículo de Nature. “El texto tiene un extraño surtido de riesgos latentes aglomerados bajo el concepto de ‘puntos de inflexión’ ”, anotó Andy Reykin, del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia. Justin Ritchie, un investigador de la Universidad de Columbia Británica, destacó once declaraciones condicionales en los cuatro párrafos que resumen la complicada causalidad de la “avalancha global” de puntos de inflexión. “Probablemente yo sea el único”, escribe Ritchie, “pero después de leerlo quedé menos convencido sobre los inminentes puntos de inflexión climáticos. Por ejemplo, si tienes once declaraciones condicionales para sostener una opinión, deberías revisar su sustancia”. (La palabra “podría” se usa 26 veces en el artículo.)

Le pregunté a Lenton si estaba de acuerdo con el IPCC en que “la probabilidad de que la extinción paulatina de la Amazonía por el cambio climático de aquí a 2100 es menor de lo que se pensaba”.

–Para ser honesto, el problema es que la mayoría de modelos climáticos pronosticaron que la Amazonía se volvería más húmeda –dijo Lenton–, pero las observaciones muestran una tendencia a la aridez, particularmente en ciertas estaciones.

Casi todo el mundo está de acuerdo en que los riesgos del cambio climático, incluyendo aquellos de los puntos de inflexión, son significativamente más altos a 4 ºC por encima de los niveles preindustriales que a 2 ºC.

La buena noticia es que probablemente el mundo está más cerca de un aumento de 2 ºC que de 4 ºC. Un nuevo reporte de la Agencia Internacional de la Energía (IEA) proyectó que la emisión de carbón para 2040 sería menor que lo predicho en casi todos los escenarios del IPCC. “Según los modelos de la IEA, actualmente el sistema global de energía está más cerca de producir un calentamiento de solo 2 ºC”, debido a la disminución en el uso de carbón, señala Ritchie.

¿Esto significa que no tenemos nada de que preocuparnos? Claro que no. Deberíamos reducir los riesgos del cambio climático, incluso aquellos provenientes de los puntos de inflexión, pasando de usar combustibles sucios a otros más limpios y ayudando a financiar infraestructuras para el agua, la electricidad y la agricultura, que las naciones más pobres necesitan para ser menos vulnerables.

Me sorprende que me hayan llegado a preguntar si no es necesario exagerar un poco sobre el cambio climático para llamar la atención de la gente. Mi respuesta siempre ha sido: “No, si los periodistas y científicos esperan confianza de su público”. Le pregunté a Jeffrey cómo respondería ella a esta pregunta.

–Crear conciencia es importante –dijo–, pero hay una diferencia entre esto y decirles a los chicos más jóvenes que probablemente no lleguen a adultos. Los niños son el principal blanco de quienes siembran miedo al cambio climático. Veo muchas enfermedades mentales y fatalismo.

 

Los científicos climáticos hablan

Otra buena noticia es que los más reconocidos científicos climáticos han empezado a rechazar el alarmismo. Jeffrey ha venido recogiendo información de la web Climate Feedback, una red mundial de científicos cuyos colaboradores desmienten las declaraciones pseudocientíficas que Extinction Rebellion puso en boga en agosto de 2019.

Otros han usado sus redes sociales para expresarse. “Rupert, estoy impactada con esta charla”, tuiteó en octubre de 2019 la climatóloga Tamsin Edwards, del King’s College, como respuesta a un activista de Extinction Rebellion llamado Rupert Read. “Por favor, pare de decirles a los niños que probablemente no alcanzarán a crecer debido al cambio climático”. Aludía al video de una charla ofrecida por Read en el mes de julio, a la que asistieron niños de hasta diez años. Read comenzó parapetado en un escritorio frente a un gran salón de clases en el University College de Londres. “A veces la gente te pregunta ‘¿qué vas a ser cuando seas grande?’”, dijo Read. “Pero la pregunta debería ser ‘¿qué vas a ser si llegas a ser grande?’”.

La doctora Jo House, una científica climática de la Universidad de Bristol, tuiteó en respuesta a Read: “Usted habló en nuestra conferencia Net Zero en Oxford, estuvo en desacuerdo con los científicos, dijo mentiras mientras justificaba que Extinction Rebellion ‘estirara la verdad’ ”. En el mismo hilo un chico contestó: “Gracias por denunciar esto. Soy joven y una de las charlas de Read el año pasado trastornó mi salud mental y casi llego a tomar unas pésimas decisiones de vida”.

Los índices de ansiedad, depresión y suicidio en los adolescentes han alcanzado los niveles más altos de las últimas dos décadas en Inglaterra y Estados Unidos. Por fortuna algunos jóvenes han decidido contradecir a los alarmistas climáticos.

–Los adultos les dicen a los jóvenes que el fin del mundo está por llegar y luego tienen el descaro de preguntar: “¿Por qué son tan depresivos los jóvenes de hoy en día?, ¿por qué todos tienen ansiedad? ¡Deben ser los celulares!” –dice Lauren Jeffrey–. No, ¡es su culpa!, ¡son ustedes los que están asustándolos con su basura alarmista sin bases científicas!

El joven en el hilo de Twitter de Jo House estuvo de acuerdo. “Sinceramente, el fatalismo es tan peligroso para el movimiento climático como no hacer nada”.

Este año, Jeffrey espera ser la primera de su familia en ir a la universidad. Ella ha disfrutado mucho leyendo libros sobre biología y dice que puede especializarse en estudios ambientales.

–No es que no debamos hablar con los niños sobre el cambio climático –dice ella–. Estoy diciendo que deberíamos cuidar mejor nuestros ecosistemas y el mundo. Lo que los niños no necesitan es que les digan que van a estar muertos dentro de pocos años.

ACERCA DEL AUTOR


Michael Shellenberger

Es fundador de Environmental Progress, una organización dedicada a investigar y promover formas de energías limpias y democráticas. En 2008 ganó el Green Book Award, entregado por el Centro de Escritura Científica del Instituto Stevens de Tecnología de Nueva Jersey.