El niño duerme entre cuerdas. Una entrevista con Santiago Cañón-Valencia

Nacido en Bogotá en 1995, a los 28 años ha logrado construir una carrera impecable como violonchelista. Ganador del premio BBC Next Generation Artist en 2022, desde pequeño sabe de aplausos y galardones. 

POR Nicolás Ardila Beltrán

Septiembre 27 2023
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Entre tantos músicos jóvenes, lo distinguen la soltura y el vértigo que imprime a sus notas en un sutil proceso de reinvención de las obras inspirado por Yo - Yo Ma. Aunque formado en un ambiente puramente académico, tiene profundas inquietudes sobre la exploración de los sonidos, y sus gustos musicales, que van del Intelligent Dance Music al black metal, le hacen honor a su edad y a su vocación de alquimista. 

Santiago Cañón-Valencia ha vivido en Nueva Zelanda, Estados Unidos y Europa, y ha vuelto a Colombia para presentar su nuevo álbum Ascenso, una puesta en escena rica en elementos visuales que recoge las obras de compositores contemporáneos como Leonardo Federico Hoyos y Damián Ponce de León, entre otros. 

 

Tu relación con la Orquesta Filarmónica de Bogotá empezó desde temprana edad. ¿Qué significa para un niño tener acercamientos con un conjunto musical como ese?

No fui parte de la orquesta, pero con ellos toqué muchas veces como solista e hice mi debut profesional. Para mí siempre ha sido una institución muy especial; mi papá trabajó ahí durante bastantes años como clarinetista bajo. Por eso la siento tan cercana. La primera vez que toqué con ellos fue a los seis años y aún recuerdo la ocasión como un momento decisivo para mí: el momento en que supe que me gustaba estar en un escenario interpretando un instrumento. Aunque a esa edad tal vez no es fácil procesar lo que realmente significa aquello que se vive, siempre recuerdo cómo me sentí. Estaba emocionado, mas no nervioso. Sentí la emoción natural de verme rodeado de tanta gente mostrando lo que hacía, lo que había trabajado.

Tus estudios musicales comenzaron cuando tenías solo cuatro años. David Garrett, un violinista alemán popular en este siglo, también empezó a formarse desde muy temprano. ¿Crees que iniciar lo más pronto posible es la clave del éxito musical, o hay otras variantes?

Pues yo creo que ayuda, es una ventaja, pero no lo es todo. Lo que realmente importa es el trabajo y dar el primer paso. Yo empecé joven y me va superbien. Ayuda muchísimo aprender todo eso cuando uno está chiquito, porque se asimila más rápido. O eso creo. Pero hay excepciones, y este es un ejemplo que siempre pongo: tengo un amigo que empezó a estudiar a los 16 años y en este momento tiene muy buen nivel tocando como solista en competencias internacionales. Entonces, no importa tanto la edad, es solo una ventaja. La verdadera clave, como en todo, es la disciplina. 

Creo que todo depende del manejo del tiempo. Puede sonar muy elemental, pero así es. En mi caso, tengo que estudiar casi todos los días para mantenerme en forma, y no faltan esos días en que a uno se le va el tiempo en, no sé, viajes o cosas cotidianas. A veces cuento con muchas horas para estudiar, pero en otras ocasiones la rutina solo me da dos o tres horas libres. Lo ideal para mí es estudiar entre tres o cuatro horas planificadas desde el principio, sabiendo qué es lo que debo hacer antes de sentarme a estudiar. Hago un plan mental, porque no soy de escribir cosas en papel, y lo sigo. Estudio sabiendo que el tiempo en el que puedo ser productivo es limitado, y compagino esto con mi tiempo libre, que por supuesto es importante.

Has recibido clases de grandes maestros como Yo - Yo Ma o Henryk Zarzycki. ¿Cuál es la enseñanza más valiosa que recibiste de ellos?

Zarzycki fue la persona que me inició en el chelo, junto con mi mamá. Con él tengo una relación casi familiar, pues sigue siendo algo así como mi abuelo musical. Y bueno, Yo- Yo Ma siempre ha sido mi ídolo. Más o menos en 2006 tuve un encuentro especial con él. Viajó a Bogotá a dar un concierto y se dio la oportunidad de conocerlo, de tocar para él. Fue una experiencia genial; conocer a uno de mis ídolos más grandes, hablar con él, tocar para él, tener una clase con él, fue increíble. Pero después de eso no me lo he vuelto a encontrar. 

Recuerdo que en una clase con Yo- Yo Ma aprendí una cuestión capital. Me dijo que debía ser curioso y tener la capacidad de cuestionar todo lo que quisiera, musicalmente hablando. En ese momento toqué para él la Sonata arpeggione de Schubert. Y la manera en que uno la toca al principio ‒o como yo imagino haberla tocado‒ es muy convencional, algo que se ha escuchado muchas veces. Entonces, él me preguntó: “Oye, ¿qué pasaría si Schubert hubiese escrito eso así o asá, de una manera distinta?”.

Obviamente imaginé toda clase de opciones descabelladas musicalmente, pero con el solo ejercicio de detenerse a contemplar las posibilidades uno empieza a pensar por fuera de la partitura. Creo que es posible, y válido, jugar con lo aprendido al pie de la letra y con las ideas descabelladas que uno tenga para la interpretación final. Eso es lo que más recuerdo de Yo- Yo Ma, su apuesta por la curiosidad y por probar cosas diferentes siempre. Ese consejo me ayudó muchísimo y lo sigo poniendo en práctica.

Aquí va una pregunta de manual, pero tiene sentido tratándose de una persona joven como tú: ¿por qué la música clásica y no otro género? 

Yo crecí con música clásica en mi familia. Todos somos músicos. Como te dije, mi papá fue parte de la Orquesta Filarmónica de Bogotá por muchos años. Mi mamá tocaba el chelo y mi hermana el violín. Crecí rodeado de ese mundo, y desde muy chiquito supe que quería ser parte de él. Al principio, cuando tenía cuatro años, quería iniciar con el fagot, pero un instrumento de viento así para un niño de cuatro años no tiene mucho sentido. Entonces, mi mamá me sugirió el chelo, su instrumento. Siempre me gustó su sonido; yo la veía estudiar en la sala casi todo el tiempo, y cuando llegó el momento de empezar me atrapó. Tuve un chelo hecho a mi medida, y desde entonces no he querido tocar algo diferente.

Sin embargo, ahora estoy en un periodo de exploración. Me interesa mucho la música moderna, contemporánea, pero no del tipo David Garrett o 2Cellos, sino algo más cercano a eso que llaman música académica, por supuesto vinculada con el chelo y con la música clásica como centro. También toco guitarra eléctrica porque me encantan el rock y el metal, pero lo hago por gusto personal y no porque quiera abandonar el chelo y, no sé, formar una banda. En fin, el chelo se ha convertido en una extensión de mí y no me imagino tocando otro instrumento.

¿Alguna banda o algún disco de rock o metal que te guste mucho? 

Uy, demasiados. Digamos que mi introducción a la música pesada se dio gracias a MTV. Una tarde escuché “Toxicity” de System of a Down. Tenía más o menos ocho años, y esa canción me voló la cabeza. Esa fue mi iniciación en otros géneros diferentes a la música clásica. También escucho otros géneros, como la electrónica experimental tipo Aphex Twin o Autechre. Si no me equivoco, son del mismo sello, Warp Records. 

Pero escucho metal más que cualquier otra cosa. Colecciono música en vinilo, y tengo varios LP de Old Man’s Child, la banda de uno de los guitarristas de Dimmu Borgir. Me gusta Venom Prison, que no es tanto black, sino death metal, y el djent, Animals as Leaders y toda esa onda progresiva. De la primera ola del black metal me gusta Darkthrone, y luego están Behemoth e Inmortal. Como ves, en mi tiempo libre no suelo escuchar música clásica, a no ser que vaya a ir a un concierto. Y si la escucho, no es de chelo; me gusta la música coral o sinfónica. Pero hago lo posible por escuchar otras cosas. 

¿Qué opinas de la idea de que la “buena música” ya no existe o está muriendo?

Que la música, como cualquier tipo de arte, es subjetiva. Depende del oyente, ¿no? Creo que la gente se refiere a la música pop, la que suena en la radio y que yo, honestamente, no consumo. Pero aún se hace muchísima música buena en el ámbito clásico; hay compositores contemporáneos muy interesantes, que están trabajando hoy o que hicieron cosas en la última década, y que exploran varios géneros. Se está haciendo música genial; que sea popular o consumida masivamente es otro asunto.

Pasa que uno se aferra a épocas doradas. Todos las tenemos. En mi caso es la época en que MTV pasaba videos musicales y no era un canal de realities. No sé si ahorita estamos en el boom de la nostalgia, en el afán de volver al pasado, aunque sea a través de la música. 

Además de intérprete, eres arreglista y compositor. ¿Cómo van las cosas en esta faceta?

He arreglado obras, sí, y he compuesto una. No sé si quepa en la categoría de arreglista y compositor, pero sí he tenido algo de experiencia con ambas cosas. No he compuesto sinfonías, conciertos para chelo o cuartetos de piano, nada de eso. He explorado sonidos con el chelo, claramente, un poco con la guitarra ‒aunque nada oficial‒ y con medios electrónicos. Algunas de estas cosas andan por ahí flotando en Internet. Se trata de un proyecto que tengo con un amigo, Joel Blido, que también toca la guitarra y es chelista, y está interesado en hacer estas cosas. El proyecto lleva paralizado como dos o tres años, pero en su momento sacamos un EP con un par de canciones.

Es una manera chévere de compartir con un amigo y explorar intereses musicales mutuos para ver qué sale. No somos una banda como tal, pero sí hemos hecho música juntos. Se llama Artifact Vessel, y bueno, en YouTube, iTunes y Spotify hay algunas cosas. De esas poquitas cosas que sacamos hay una que otra pieza que hoy yo no haría, pero para mí es valioso tener un registro. Algunas cosas me gustan y otras no tanto. 

Anotación: en efecto, en piezas como “Faded Spectre”, Artifact Vessel conserva el sonido etéreo de proyectos como Boards of Canada, Autechre y el Aphex Twin del disco Richard D. James, pero con guitarras. La vena heavy palpita fuertemente. “Emergement”, por otra parte, tiende a un sonido ambiental con aires de chillwave, al estilo de Forhill y Hotel Pools. 

 

ACERCA DEL AUTOR


(Bucaramanga, 1998). Licenciado en español y literatura. Actualmente, es asistente editorial en El Malpensante. En 2020, publicó la crónica "Breve semblanza de un historiador santandereano" en la Revista L de la Universidad Industrial de Santander.