El Quijote, un detective salvaje
El aura hippie de un taller de siembra y escritura es el pretexto para reflexionar sobre los parentescos entre el más alucinado de los caballeros y los poetas real visceralistas del famoso libro de Roberto Bolaño.
POR Andrés Delgado

Hace unas semanas, el hippie CarlosCebolla me comentó entusiasmado sobre su taller de escritura creativa ecológica. Así lo llamaba, y yo por dentro: “Dios mío, dame paciencia”. Con sus colegas combinaba el mantenimiento de la huerta, las plantas aromáticas, el jardín y la poda de su árbol de aguacate con la lectura de poemas escritos por ellos mismos. Era una gran idea, me repetía: “Mezclar a la madre naturaleza con la lengua madre”.
En una finca de Santa Elena, al oriente de Medellín, no irían al trabajo: irían a sembrar y a leer. Mientras CarlosCebolla entraba en detalles, yo me rascaba la cabeza. El hombre es un idealista, un romántico, un exagerado, como cualquier romántico. Recordé a otros de su misma raza: a Arturo Belano, a Ulises Lima y, claro, al Quijote. La relación fue arbitraria y azarosa, pero ya teniéndola en la mente, no había otra opción que aprovecharla. Más cuando yo sí pensaba ir a trabajar.
Arturo Belano y Ulises Lima son los protagonistas de la novela Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, un relato apalancado en la búsqueda de Cesárea Tinajero, poeta símbolo de la vanguardia. Los dos pretenden encontrarla, entre otras cosas, para que explique sus poemas, su movimiento estético. Durante esta peripecia juvenil, iniciada en el México de 1975, Belano y Lima fundan un movimiento poético al que llaman “realismo visceral”. Y bueno, si Bolaño dice que sus personajes fundaron un movimiento con ese nombre, no se entiende el escándalo mío cuando CarlosCebolla habla de un taller de escritura creativa ecológica.
El caso es que para Belano y Lima es de una importancia vital encontrar a Tinajero. Esa búsqueda parece una simpleza, una bobada, un esfuerzo que para muchos no valdría la pena, aún más cuando se pone en riesgo la vida. Y, sin embargo, estos personajes se parten la espalda para lograrlo (no vamos a hacer el spoiler, por ahora). Son unos idealistas, unos románticos, excesivos y exagerados, unos Quijotes, unos hippies pensando en literatura ecológica, en el empeño de mezclar la tierra y la poesía.
Belano y Lima no están buscando la fortuna, ni el amor, ni los negocios, ni la fama, pero cuando hablan de su movimiento literario lo hacen como si fuera su única tabla de salvación. Y se les cree: la novela es eficaz y su verosimilitud no es gratuita, pues vamos de la mano de un capo de la literatura. Ya metidos en la novela, entendemos la vitalidad de la empresa. Lo mejor es intentar bajar a un nivel más profundo de lectura y apostar a una interpretación: ¿qué carajos tiene que ver todo con el Quijote?
Calma.
Primero: el mérito de Cervantes fue precisamente haber creado lo que tantas veces se ha dicho: un símbolo de la inutilidad, un idealista Quijote. Belano y Lima son unos quijotes, y don Quijote fue el primer detective salvaje de la literatura. Mientras, por un lado, unos están empecinados en su realismo visceral, buscando a la poeta Cesárea Tinajero, por el otro está el viejo creyéndose caballero, recibiendo palizas y buscando aventuras de caballería. Unos románticos, unos exagerados.
A continuación, enlistaré un par de semejanzas, como ya dije, arbitrarias y azarosas. La primera es que ambas novelas narran las historias de dos personajes, de dos amigos, de dos contertulios: Belano y Lima, Sancho y Quijote. Ambas parejas buscan a una mujer: Tinajero y Dulcinea. Ambas mujeres materializan una metáfora. El reto es apostar a una interpretación de esa mujer.
Las dos novelas son de aventuras, de viajes, de nómadas: don Quijote por los caminos de España; Belano y Lima por México, Nicaragua, Francia, Austria, Israel y África. En la primera parte de Los detectives salvajes se dice que los realvisceralistas caminaban “de espaldas, mirando un punto pero alejándose de él, en línea recta hacia lo desconocido”. ¿La vanguardia?
En ambas novelas se habla constantemente sobre literatura: en una están las novelas de caballería, sus convenciones y conflictos, sus guerras y personajes (como lo dijo Estanislao Zuleta: “El Quijote no puede dejar de leer la realidad según sus referentes librescos”); en la otra, la sombra constante de la poesía latinoamericana: Paz, Vallejo, Parra, Pizarnik, y el resto del combo. Ambas son metaliterarias, literatura sobre literatura.
La última semejanza –dejando por fuera otras yo no sé cuáles, pero seguro hay más, y sin mencionar el descenso a la cueva de Montesinos– es que ambos libros se ocupan de aclarar sucesos, comentarlos y apostar por una explicación.
A los lectores nos queda el mismo reto: intentar una interpretación. En el Quijote muchos han apostado por una. Es famosa la de Kafka, quien dijo que el Quijote era un fantasma inventado por Sancho Panza. Y en nuestro entorno es muy interesante la lectura que hizo Zuleta. En cuanto a Los detectives (y acá viene el spoiler, deje de leer si cree que la narrativa se limita a finales inesperados), creo que en esa búsqueda de los dos poetas está la metáfora de encontrar y matar a la vanguardia. Asesinar la vanguardia, dejarla atrás, asimilarla y seguir vagando por un mundo sin metas ni horizontes.
Una nota al margen: Los detectives se divide en tres partes tituladas “Mexicanos perdidos en México”, “Los detectives salvajes” y “Los desiertos de Sonora”. Una propuesta de lectura es leer de un tirón la primera y la tercera parte. Luego ir por la segunda. Creo que podría ser una forma de acercarse a esta gran novela y entenderla un poco más. Bolaño fue un gran tramposo y estafador, por eso nos encanta. Lo que hizo fue escribir una primer historia, la parte i y ii, después agarró el mamotreto, lo partió a la mitad y empotró la segunda parte. Por eso, si se lee de corrido la primera y la tercera parte, el libro tendría un poco más de sentido.
Volviendo con CarlosCebolla: ¿qué quiere este hippie abraza-árboles cuando se pone a sembrar y a leer? Honestamente, no tengo la menor idea. A lo mejor lo que quiere es dejar de estar solo en los fríos bosques de pinos de Santa Elena. No sé. Cada romántico con su tema. Porque eso es CarlosCebolla: un idealista, un exagerado, un excesivo, aparatoso, repetitivo, solemne, enfático, abultado, desmedido; en últimas, un quijote, un detective salvaje. Por eso: porque todos los románticos son así, unos exagerados. Ellos, los románticos... Ellos, a mí no me mire así.
ACERCA DEL AUTOR
(Medellín, 1978). Ha publicado las novelas Sabotaje con la Editorial Planeta y El vértigo del viaje (una novela, pero quizás no) con el Plan de Lectura de Medellín. Además, es autor de la colección de crónicas Noches de estriptís, publicada por Intermedio Editores.