Escribir sin lenguaje

El colmillo de la esfinge. 

POR José Covo

Junio 16 2022
Escribir sin lenguaje

Vivimos, sí... vamos del pasado hacia el futuro... Con nuestras ideas y comportamientos cargamos el material que nos precede y lo llevamos hacia adelante, volviéndolo a organizar para que después vengan otros, o incluso nosotros mismos, tan pronto como mañana, o en el siguiente segundo, y volvamos a cargar todas esas cosas... Así andamos... así se desarrolla esto del Mundo... Vivimos, sí, de eso no hay duda. Pero, ¿cómo? ¿Qué es lo que cargamos realmente? ¿Y cómo sabemos cómo y dónde ponerlo?

            Me acuerdo... de esos recuerdos que son como pequeños sueños que guardamos en algún sitio de lo que somos... que vemos como a través de una neblina... y un dolor... el dolor universal de haber sido... porque, habiendo sido, entonces ya no somos... o somos menos, tal vez solo un poquito, pero ya es bastante... En todo caso, al haber sido, ahora somos otra cosa... lo que había allá en el lugar que señalamos con el recuerdo ya no está acá donde estamos ahora... solo el recuerdo, como un sueño... Casi que da igual si en realidad pasó o no... el sueñecito nos dice más de lo que podría decirnos la verificación histórica de lo que fue... Me acuerdo... de estarme leyendo, mi mamá, una versión para niños de la Iliada... tendría yo tres o cuatro años... y llegamos a la parte de la cólera de Aquiles... Mi mamá me explicó el significado de esa palabra tan viva y musical... era una enfermedad muy grave del cuerpo... pero también un enojo profundo... ¡Me impresionó muchísimo! Cólera... cólera... repito ahora, queriendo volver al momento antes de conocer lo que llevaba dentro la palabra... cuando era todavía solo música... cólera... como las notas iniciales de un himno, de una elegía... De eso me acuerdo ahora, lector, pensando en esto del comercio entre pasado y futuro.

            Y pienso en la razón por la que no leo casi nada de literatura... casi nada me gusta de lo que se ha escrito... y mucho menos de lo que se escribe en el presente... Lo que se ha escrito ya por lo menos ha superado un poco el aire oxidativo del tiempo, que le quita a las cosas las partes que no estaban bien pegadas... ¡lo superfluo se oxida en La Historia! Y queda la aleación hecha de materiales más fundamentales... Lo que se escribe en el presente, en cambio, no ha sufrido este proceso... por eso, en el arte, la contemporaneidad es ilusoria.

            Así como lo que cargamos del pasado hacia el futuro es en realidad un sueño... que puede ser muy estable y verdadero, pero sueño, sin embargo, también en literatura se carga algo... El problema es que casi siempre se carga demasiado... Los autores escriben Literatura... trabajan dentro de lo que viene siendo... A veces leo una frase o dos y me siento de inmediato leyendo literatura... ¡eso no tiene ningún interés! ¡La aplicación de la fórmula! ¡El lenguaje literario! Las mismas palabritas nada naturales, todos sabemos cuáles son... ¡para que sepa el lector que esto es serio! ¡Que el que escribió esto es inteligente! ¡Que conoce todas esas cosas agazapadas y retozantes...! Es la sensación de escuchar el mismo chiste todos los días...

            También se carga más, no solo el lenguaje... ¡El software mismo con que opera el sistema-libro! ¡La misma metafísica! ¡Las mismas preguntas políticas y morales! ¡El mismo mundo! Pero... ¿Cuál mundo?, pregunto yo... Si precisamente lo que está en juego es qué es todo esto que tenemos alrededor... y eso no se discute al nivel de la opinión... que es que me parece esto o lo otro... ¡En la opinión no se resuelve nada! ¡Ya viene pensada, la opinión! Ya es una respuesta u otra al debate establecido... No me interesa, como digo, nada de eso.

            No leo literatura, lo que leo es escritura que luego se convierte en literatura. La literatura carga casi todo el sueño del pasado, con toda su estabilidad de Mundo... la escritura... ¿qué es? No sabemos, por eso escribimos. Para saber, escribiendo, algo que no estaba. Que entra desde el futuro, no se carga desde el ayer. Solo en la escritura puede pasar esto. Y en otras disciplinas hay, por supuesto, formas análogas de este proceso. Los experimentos mentales, el accidente en la pintura y en la ciencia, la serendipia, todo lo incalculable o imprevisible. La escritura, si produce fruto, encuentra algo de eso incalculable. Eso es lo único que yo leo, con el perdón de mis contemporáneos.

            Así que... yo no tengo cólera, ni rabia... a pesar de que pueda sonar malhumorado en esta entrega... Es como mi amigo el chef, que se lamenta a veces de tener un paladar tan sensible... hay cosas que a mí me saben bien y que a él... ¡lo injurian! Y... ¿qué puede hacer? ¡Pues cocinar según sus parámetros! Escribir con la sal y explicarme a mí, que no cocino, por qué ese plato es mejor... Tal vez nunca sienta las cosas que él siente con su lengua... pero sí he logrado, con algún esfuerzo, comprender algo de todo eso... No sé si sirva para algo... si sea bueno o no lograr injuriarse con un pan o un libro... No sé, la verdad. No sé para qué es todo esto... todo, la cosa completa... ¿para qué? No sé... Dígame usted, lector, a ver qué piensa, que yo hasta allá no llego.

ACERCA DEL AUTOR


José Covo

Ha publicado las novelas Cómo abrí el mundo (Planeta, 2021), La oquedad de los Brocca (Caín Press, 2016) Osamentas relampagueantes (Caín Press, 2015). A través de su escritura aborda la fragilidad de los conceptos y las fantasías con los que se negocian, entre los miembros de la especie, el problema del estar-aquí. Fue pintor antes de escribir cualquier cosa, soñador lúcido antes de empirista, y cree que el agua le entra al coco desde un adentro más interior.