La moda elegante al desnudo

Según la época, la moda revela la forma en que una cultura se ve –o se quiere ver– a sí misma. El análisis de esta antigua revista de moda española es el mejor ejemplo. Aquí una luminosa radiografía de las sociedades del siglo XIX descifradas entre faldas, costuras, sombreros y tocados.

 

POR William Cruz Bermeo

Noviembre 12 2021
la moda elegante ilustrada

© la moda elegante ilustrada

 

Tengo ante mis ojos una serie de grabados de modas”, decía Charles Baudelaire en El pintor de la vida moderna. Las láminas que observaba eran de más de medio siglo atrás, de los turbulentos días entre la Revolución francesa y la reinstalación de la monarquía. Agregaba Baudelaire que los trajes allí registrados tenían un encanto de doble naturaleza: eran artísticos, pero al mismo tiempo históricos, pues plasmaban la moral y la estética imperantes por aquel entonces.

Comparto esa mirada de Baudelaire, e incluso creo que podría aplicarse hoy a la fotografía, el desfile, el fashion film o cualquier otro medio de representación de la moda. Todos estos son registros de doble naturaleza porque sirven para fines conceptuales y comerciales, pero a la vez serán las ventanas que les permitirán a otros asomarse al pasado y comprender las ideas dominantes en un mundo donde las imágenes están en el centro de toda actividad humana.

niños

Hoy me asomo a una ventana que me lleva a los tiempos en que Baudelaire ponía en valor el papel de la prensa de moda, sus ilustradores y los creadores de una industria, la de la moda, cuya fugacidad y velocidad de cambio encarnaban el espíritu de la modernidad. Se trata de La Moda Elegante Ilustrada. Periódico de las familias, una revista andaluza cuyos orígenes se remontan a 1842 y que se mantuvo hasta 1927. Sin embargo, habiendo nacido como un proyecto local de Cádiz, pronto ganó difusión nacional y extendió su alcance al continente americano. Para 1867 era posible conseguirla en Buenos Aires, México, La Habana, Bogotá o Medellín.

Obviamente, en sus más de ocho décadas transmitiendo la moda de París al mundo hispanoparlante tuvo variaciones de nombre y visión editorial, cambios de propietarios, editores e ilustradores, pero los grabados siguieron siendo el medio para ilustrarla. En cuanto a sus enfoques, en las primeras décadas salta a la vista que estaba orientada a instruir en la reproducción de diseños en casa y en labores de costura, más que a promocionar un determinado estilo o diseñador; era suficiente con el “sello de París”, es decir, con anunciar que las creaciones presentadas surgían en la capital mundial del estilo.

Llama la atención también la casi total ausencia de pauta publicitaria, lo cual permite señalar un momento en la historia del periodismo de moda en el que la venta del ejemplar impreso parecía ser suficiente para el sostenimiento financiero de un proyecto editorial. Sin embargo, con el paso de los años la publicidad de productos de belleza e higiene, y otros dirigidos a la recalcitrante búsqueda de la delgadez, irá apareciendo hasta ocupar páginas enteras. Como ocurrió con las píldoras de Vichy, unas infames píldoras que debieron ser “la octava maravilla” del engaño y que a finales de 1920 tenían pauta publicitaria hasta en Letras y Encajes, una revista femenina de Medellín que vinculaba moda y literatura, creada por y para mujeres.

Sin embargo, como Baudelaire es el norte en esta hojeada a La Moda Elegante Ilustrada, me atrevo a decir que tanto esta como Letras y Encajes representan, a través de sus láminas publicitarias y de moda, la idea del poeta según la cual la humanidad imprime en la totalidad de su aspecto externo la noción que se forja de lo bello. En ese entonces el cuerpo bello era eso: una figura envarada, primero, por los efectos del corsé, y luego una figura que, a pesar de parecer liberada, estaba comprimida por los efectos de una faja “elástica”. Pero en ambos casos, siempre aspirando a la esbeltez. Por suerte, la moral del cuerpo ha venido cambiando, aunque en ese proceso también se han construido otras nociones sobre el cuerpo bello que tal vez serán revisadas por generaciones futuras, y por ello las imágenes de moda producidas en la actualidad harán parte de las piezas sometidas al escrutinio de una especie de “carbono 14” intelectual.

El mismo Baudelaire veía estos grabados como parte de un “inmenso diccionario de la vida moderna”; como un croquis de las costumbres, la vida burguesa y los espectáculos de la moda. En los distintos números de La Moda Elegante podemos ver qué se estilaba entre la burguesía hispanohablante en materia de vestuario para juegos, rituales funerarios, bodas y demás ocasiones; abundan las crónicas de salón y los relatos sobre la vida mundana en el lobby de los teatros. Pero domina por encima de todo el lado práctico de los vestidos y la costura como ocupación y empresa femeninas. Esta publicación, probablemente, fue concebida tanto para usuarias burguesas que mediante sus elecciones expresaban decoro y buen gusto, como para modistas, ya fueran humildes o bien posicionadas, que habían hecho de la confección su oficio y empresa. Incluso, uno puede aventurarse a pensar que para las primeras estaba el atractivo visual de la imagen, de los grabados iluminados y las vistas en detalle de las labores de croché y los distintos accesorios. Y para las segundas, los textos explicativos que ofrecían datos puntuales sobre medidas, materiales y patrones para hacer realidad el mundo de ensoñaciones que ofrecían esas láminas.

Por otra parte, están los textos de vocación literaria y cotilleos, cuya extensión nos habla de una era en las comunicaciones en que los dilatados tiempos de ocio permitían detenerse, leer y contemplar. Nos habla de un tiempo en el que, a pesar de los sofisticados avances del grabado y su producción en serie, estos no parecían transmitir satisfactoriamente el aspecto un vestido, ya que las palabras entraban a apoyar ese objetivo. No eran tiempos de “una imagen vale más que mil palabras” sino, más bien, diríamos, de: una imagen sin palabras vale poco.

 

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© la moda elegante ilustrada. Facsímil de la edición 37 de La Moda Elegante Ilustrada.

 

Y quienes daban valor a esa armonía entre palabras e imagen eran las mujeres, figuras esenciales en el poderoso mercado de los medios de moda desde sus inicios, por allá en el siglo xvii, no solo como consumidoras de la información sino también como sus generadoras, comunicadoras y artistas. Sabemos, por ejemplo, que las empresarias y artistas del grabado de modas más célebres del siglo xix fueron las hermanas Colin, con sus talleres en París, desde donde licenciaban la reproducción de sus imágenes para el resto del mundo. De hecho, el trabajo de una de ellas, Adèle-Anaïs Toudouze –su apellido de casada–, también fue reproducido en La Moda Elegante. Y cuando la misma revista llegó a sus 25 años, se enaltecía por contar “con el favor y patrocinio del bello sexo”, ya que la constancia femenina les había permitido mantenerse; al contrario de los periódicos consagrados a intereses masculinos, pues ninguno había alcanzado una existencia tan larga como la suya. Era un tiempo, debe resaltarse, en el cual se daba por sentado que la moda representaba un interés femenino, aunque, en la práctica, hombres y mujeres participaran de ella.

Pero no todo es tan evidente en La Moda Elegante. Sus textos e imágenes sigilosamente revelan el poco interés en asuntos como la ecología, que eran desconocidos o no suponían una preocupación para la vida burguesa y los cánones morales de su tiempo. Particularmente me inquietan la ilustración copiosa y la invitación persistente al uso de pieles, plumas, cabezas de aves y pájaros completos en los atuendos más fashionistas del siglo xix; imágenes que abundaban en las revistas de entonces, y La Moda Elegante no era la excepción. Ciertamente es algo sorprendente para la mirada contemporánea, pero nada es más obtuso que mirar al pasado con los filtros morales de hoy o, peor aún, argumentar una intención oscura donde simplemente la interpretación es planteada por quien observa.

En realidad, para la mentalidad del siglo xix, heredera de todas las “certezas” de la Ilustración, el planeta y los recursos naturales eran una fuente infinita de extracción. Científicamente nadie dimensionaba el desequilibrio que generaba, por ejemplo, la caza indiscriminada de animales. Faltaban décadas para despertar una conciencia ecológica similar a la de hoy. No existía entonces, por ejemplo, una Rachel Carson, que a través de su libro Primavera silenciosa (1962) alertara sobre los desequilibrios ecosistémicos. En consecuencia, la moda no se pensaba desde allí y mucho menos las imágenes que la promocionaban; eso explicaría en parte la presencia de tocados con profusos arreglos de plumas de avestruz, la disecación de pájaros exóticos para hacer más llamativo un sombrero, o la recomendación de abrigos guarnecidos con piel de zorro.

 

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© la moda elegante ilustrada

 

A lo largo y ancho de las páginas de La Moda Elegante puede verse cómo la relación de la moda con el mundo de la naturaleza era de doble vía, por lo menos en sus ediciones del siglo xix. De un lado está la relación “extractivista”, que he mencionado antes. Del otro, llamémosla una relación “representativa”, es decir, la naturaleza como fuente de inspiración para toda una serie de motivos que aparecen en bordados, jacquares y demás labores de costura. Abundan los gráficos de flores, plumas, frutas y demás florituras cuya referencia es el mundo de lo silvestre, un mundo que las mujeres parecen apresar para sí a través de sus vestidos, pues para la mentalidad del siglo xix lo doméstico es dominio mujeril y lo silvestre es dominio del varón –el uno remite a lo interno y el otro a lo externo–.

Las ilustraciones que vitalizan a La Moda Elegante dan cuenta de uno de esos dos polos; son imágenes en que las ropas y los cuerpos femeninos posan, en su mayoría, en entornos domésticos sugeridos por fondos cuyas líneas se interrumpen grácilmente en el blanco de la página. Así las cosas, hasta un “traje de calle”, pensado para dar un paseo sin entrar a la casa de nadie, puede mostrarse sin problemas en un recinto cerrado donde aparece otro “traje de recibo”, un vestido creado para la anfitriona de una visita donde las invitadas deben llevar su respectivo “traje de visita”. Vemos ahí unos complejísimos códigos de la vestimenta burguesa, cuyas diferencias estaban en los detalles más ínfimos, detalles tan puntillosos que para la mirada moderna todos esos vestidos “se ven iguales”; quizás pase lo mismo cuando en un futuro la mirada inadvertida se pose en las imágenes creadas para Instagram, digamos, del festival de Coachella, y suelte un: “¡Ay, pero toda esa gente se vestía igual!”.

Las imágenes en exteriores o de contacto con la naturaleza suelen estar enmarcadas en jardines, parques y cabalgatas, pues en aquel entonces eran espacios propicios para el despliegue sartorial. Pero se trata también de espacios controlados, que sugieren el contacto con una naturaleza ya domesticada por la civilización y el progreso, dos ideas imperiosas para las sociedades del siglo xix. En La Moda Elegante, el movimiento, la destreza física y las cualidades gimnásticas se reservan principalmente para las imágenes de los niños; las niñas y las señoras mantienen poses estáticas y equivalentes al recato. Son poses que se replican una y otra vez; técnicamente, eran resultado de un patrón de dibujo que se calcaba repetidamente para agilizar la reproducción de los diseños. Sin embargo, las actitudes corporales femeninas que cierta época construye van ligadas a lo que se piensa del cuerpo y lo que se valora del mismo, y nunca se apartan de las maneras en que todo ello se representa en la moda. De forma que ese estatismo ilustra un tiempo en que la contención física en las mujeres era sinónimo de control y asertividad moral.

Por suerte, ya no es así. Sin embargo, las imágenes de moda siguen ilustrando lo que se piensa del cuerpo. Hoy, por ejemplo, vemos cómo los cuerpos famélicos del pasado vienen siendo relevados por una diversidad de formas que responde al sentir de la sociedad actual sobre cómo las imágenes de moda pueden afectar la psique de las personas y sus propias percepciones sobre el cuerpo. Vendrá un momento en que otro Baudelaire ponga ante sus ojos una serie de fotografías de moda para desentrañar toda una trama de ideas y así entender en qué dirección se estaban moviendo las cosas hoy. Por eso sigue siendo relevante el ejercicio periodístico de moda, lo que incluye su periodismo visual, pues quienes día a día lo construyen realmente están creando un registro significativo de lo que pensamos hoy frente a un tema perseguido por su falsa sombra de trivialidad y estulticia: la moda y todo lo que la atraviesa.

 

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© la moda elegante ilustrada

 

ACERCA DEL AUTOR


Maestro en artes plásticas de la Universidad Nacional y especialista en estética. Ha publicado libros como Medellín, medio siglo de moda: 1900-1950 (2019).