“Nunca se me dio tener que andar lamiéndole las patas a gente que me caía mal solo por proteger mi lugar en el mundo literario”: una entrevista con Dahlia de la Cerda

La siguiente es una entrevista a la escritora mexicana Dahlia de la Cerda, que desde los zulos se abre paso en el campo literario mexicano. Su libro Perras de Reserva, publicado por la editorial Sexto Piso, es un jonrón, va por la quinta edición. Sus personajes siguen intensamente vivos, disparando y amando como pueden. 

POR Juan Sebastián Lozano

Septiembre 27 2023
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Cortesía de Dahlia de la Cerda

 

Perras de reserva de Dahlia de la Cerda le da voz a distintas mujeres que cuentan su drama personal, pero también cómo lo resisten; cómo algunas, con fuerza y carácter, triunfan ante sus enemigos. Estos últimos son narcotraficantes violentos, políticos aliados de estos, y sobre todo machos violadores y asesinos, hombres que descargan su frustración con las mujeres. Todos víctimas del machismo y de los valores del capitalismo gore ­ –concepto de la fílósofa Sayak Valencia–. Las protagonistas son hijas de narcos, hijas de políticos, guardaespaldas, y chicas del común que sobreviven como pueden. A veces son fuertes, a veces no pueden con el mundo, algunas no pierden el humor a pesar de los problemas. Dos de ellas -una colombiana- bailan cumbia encima de un tren rumbo al norte de México, una imagen epifánica en donde el libro gótico-realista encuentra luz. 

Dahlia de la Cerda nació y vive en Aguascalientes. Es una mujer obrera que escribe desde los zulos; nada de habitaciones propias de burguesas, aunque con la publicación de sus libros y el ruido que han hecho su situación económica ha mejorado. Sigue siendo una trabajadora, es editora en un periódico. Es una filósofa y artista honesta, no diplomática, mala para adular o trepar en el difícil campo de la literatura, tan lleno de fieras sofisticadas. En 2019 ganó el prestigioso Premio de Cuento joven Comala. No fue el primero; también fue becaria del FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) –cuánto envidiamos en Colombia el apoyo del Estado mexicano a los escritores–, y sus textos han aparecido en varias antologías. La editorial Sexto Piso, que sigue haciendo un magnífico trabajo, publicó sus libros Perras de Reserva –ya en su quinta edición– y Desde los zulos, un ensayo de feminismo desde el margen. 

Perras de reserva es un libro de realismo crudo, realismo visceral, pero también tiene elementos fantásticos. Es Juan Rulfo en las cloacas, Juan Rulfo bailando reggaetón. Hay acción, pulp, pero está escrito con una prosa de calidad, y con el cuidado y la rigurosidad de una filósofa. El humor en los cuentos es brutal, corrosivo; para soportar la vida, para no llorar demasiado, y más en los países de nuestra amada Latinoamérica, el camino es hacer comedia de la tragedia. Pero quién sabe hasta cuándo sea suficiente. 

 

Las voces de los personajes de Perras de Reserva son muy logradas, y hay variedad en el libro. ¿Cómo las trabaja? En apariencia parece que le fluyen fácil, pero cuéntenos sobre este proceso para lograr que las voces sean verosímiles.  

Los textos están narrados en primera persona, cada uno de los cuentos tiene una voz narrativa muy particular de un personaje. Detrás de esto hay todo un trabajo etnográfico. En el pasado hice mucho trabajo etnográfico. Yo soy una persona muy estructurada, en todo, planeo mucho, soy cuadrada, salgo a la calle con bitácora. Cuando trabajo en los textos también soy muy estructurada: primero hago la anécdota, de qué se va a tratar el cuento, hago una escaleta. Después miro qué quiero decir, por ejemplo, si quiero hablar de clasismo, de racismo, y voy pensando cómo a través de la anécdota voy a hacerlo. Por ejemplo, en el caso de Yuliana, me interesaba hablar de las mujeres que están en organizaciones multicrimen, visibilizar cómo en México hay este clasismo en el que solamente se considera gente de bien a personas que han sido ricas por generaciones, que pertenecen a ciertos sectores de la sociedad.  A ella, a pesar de que tiene mucho dinero, le siguen diciendo “naca”, una nueva rica, etc. Después hago un trabajo muy etnográfico, voy a la investigación de la voz narrativa. Para escribir el texto sobre Yuliana, lo que hice fue seguir en redes sociales, sobre todo Instagram, a muchas mujeres que pertenecen a este universo, multiverso, de las “buchonas” –como se conoce en México a las esposas de los narcos–. Me puse a seguirlas en plan de ver todas sus historias, estar pendiente de ellas, de si han hecho algún en vivo, analizar cómo contestaban en estos, qué muletillas usaban, qué les gustaba, qué las emocionaba, etc. Fui haciendo así un campo semántico, fue un trabajo muy matado. 

El reto, como bien dices, fue que pareciera que el ejercicio de escritura es sencillo, que no se viera forzado, que no se vieran las costuras. Terminados los cuentos, los leía en voz alta, me escuchaba a mí misma y también me grababa; mis textos son muy orales. Uno de mis objetivos ha sido recuperar la oralidad o trasladar a la literatura la oralidad que se utiliza en los contextos cotidianos en México.

Planifico mucho, pero, claro, hay personajes que se me revelan y de pronto termino escribiendo veinte cuartillas, como ocurrió con el caso de “La china”. Otra, Regina, se me apareció en sueños y me reclamó por el final que le di. Si no tenía éxito Perras de Reserva, me dije que escribiría una novela sobre ella para no darle un final trágico. Es que estaba muy enojada diciéndome que no merecía morir. 

 

Háblenos de sus influencias literarias. 

Yo no estudié literatura, pero leo literatura, me gusta. Vengo de leer literatura de terror, de horror, de fantasía, de vampiros. Soy gótica. No sé si en Colombia digan “gótica”; en México es “darks”. El caso es que, cuando empecé a escribir, tenía un problema, no había modelos de representación o figuras de representación. Yo empecé a querer escribir Perras de reserva en 2012, en 2013, más o menos, y me puse a buscar qué se estaba escribiendo sobre la violencia que vivimos las mujeres en México, o sobre el contexto mexicano contemporáneo, y encontré muy pocas cosas, solamente a Bolaño, que no es mujer, y que no hablaba bien de lo que yo quería hablar. Esto hasta que di con Gabriela Cabezón Cámara y su Le viste la cara a Dios, pero tuve ahí algunos conflictos: me pareció un texto abolicionista y yo estoy a favor de los derechos de las trabajadoras sexuales. No sé si esta sea la intención de ella o no, pero esa fue la impresión que me dio. En 2015, la tutora de una de las becas literarias que me dieron me regaló Chicas muertas de Selva Almada y pensé: “bueno, esto es más cercano a lo que yo quiero hacer”. Desde ahí empecé a rastrear autoras latinoamericanas.

Yo vivo en una ciudad muy pequeña, Aguascalientes. Aquí no es fácil acceder a la obra de muchas autoras y autores, tienes que buscar en internet por tu parte, no hay tanta difusión de lo que están haciendo las autoras contemporáneas, y me costó mucho trabajo llegar a sus libros. Pero actualmente creo que mi literatura se nutre del trabajo que están haciendo colegas como Fernanda Melchor, Brenda Navarro, Andrea Abreu, Mariana Enríquez, María Fernanda Ampuero, Dolores Reyes, Mónica Ojeda. Somos las escritoras que estamos vivas, escribiendo sobre el contexto latinoamericano, tratando de abordarlo desde una perspectiva femenina, desde una perspectiva situada. 

 

¿Cómo le ha ido con el canon literario tradicional?

Mi formación literaria fue bastante canónica; además de haber leído literatura de terror, de horror, los clásicos del romanticismo, sobre todo los alemanes, leí los cien libros que hay que leer antes de morir, según alguna lista que hace un tiempo se hizo famosa. Todos son clásicos, libros canónicos, entonces ya tuve bastante de esto. Sin embargo, sigo leyendo autores del canon, sobre todo mujeres. También sigo leyendo filosofía dentro del espectro de lo muy hegemónico, de lo muy masculino. 

 

En México es importante el apoyo estatal a los escritores. ¿Cómo ha sido su experiencia en el tema. 

En México hay un montón de programas sociales que funcionan. Un buen ejemplo es la cobertura del seguro social que tengo como trabajadora porque trabajo como asalariada en un periódico. Esto, aunque tiene sus deficiencias –como todo en la salud pública–, ayuda bastante; todo lo que es público sí es un alivio, sobre todo saber que si me enfermo de lo que sea está la cobertura del seguro social. En cuanto a becas literarias hay desde las locales, que son las estatales que dan en las ciudades, hasta las nacionales, las del FONCA. Yo he ganado ambas, las locales y las nacionales. Están las becas de jóvenes creadores, el sistema nacional de creadores de arte, que la dan por tres años y es un sueldazo. Si tú te ganas una beca del sistema nacional de creadores de arte tienes el ingreso de una persona de clase alta en México, hablo de $33.000, $40.000 al mes. 

 

Cuéntenos sobre su duro camino antes de publicar.

En México, como en muchos países, la cultura está centralizada. Ciudad de México es la meca de la cultura, y en provincia, aunque hay programas culturales, el tema es complicado: hay falta de acceso a bibliotecas, falta de acceso a talleres o procesos formativos. Lo que más trabajo me costó a mí fue tener que quedar bien con todos. Yo soy una persona muy “salvaje”, no me gusta fingir. Si alguien me cae mal, me cae mal; no me gusta la hipocresía. Vengo de un contexto de barrio en donde las cosas son como más honestas, en donde no hay tanta parafernalia. Entonces, el ambiente literario de pronto me parecía muy abrumador: tener que ser hipócrita, tener que callarme si alguien me estaba diciendo que mi texto era horrible, no poder defenderme. Nunca se me dio tener que andar lamiéndole las patas a gente que me caía mal solo por proteger mi lugar en el mundo literario. Ser así te cierra posibilidades, porque en la literatura hay que relacionarse y sonreírle a gente que sabes que es mala onda.

Decidí ir por las becas. Me rechazaron muchas veces, hasta que me dieron la del PECDA. Mi tutora les dijo: “Bueno, ella quiere hacer algo como lo que está haciendo Selva Almada, hay que darle la oportunidad”. Antes de eso no me la daban porque muchos decían que nadie quiere leer sobre la violencia que vivimos las mujeres, que la realidad ya es bastante abrumadora, que esos no eran temas literarios universales. Me enfrenté a ese rechazo: eres de provincia, eres una salvaje, no te sabes comportar, y además, quieres escribir de un tema que no es literatura, de un tema que a nadie le interesa, incluso usando un lenguaje coloquial y barrial, a pesar de que la gente de barrio no tiene nada que decir.  La cuestión mejoró cuando me dieron la primera beca literaria en 2015; solo necesitaba la oportunidad de que alguien confiara en mi trabajo para demostrar. En 2016 y en 2018 me dieron una beca del FONCA. En 2019, Perras de reserva ganó un certamen nacional, el de Cuento joven Comala, pero en el medio hubo muchos rechazos, sobre todo en Aguascalientes. 

Hay una editorial estatal, Tierradentro, que saca anualmente a los premios nacionales. Ellos publicaron mi libro, los ejemplares se agotaron. Más adelante, la escritora Gabriela Jáuregui, que estaba juntando textos para la antología Tsunami 2, me preguntó si tenía algún texto. Yo ya había escrito Feminismo sin cuarto propio, un libro de ensayo. A ella le encantó, lo publicaron y el texto la rompió. Me contactó entonces Eduardo Rabasa, de Sexto Piso, que quería publicar Perras de Reserva. Cuando la gente me pregunta cómo hace para publicar, le digo que envíe a concursos: insistir, insistir e insistir.

 

Como filósofa, ¿cómo analiza la violencia en México contra las mujeres? 

La respuesta más común que te dan, o que se espera de una feminista, es que es por violencia machista y bla, bla, bla. Yo pienso que el feminismo ha hecho análisis interesantes respecto a la violencia que se podrían aplicar incluso a la violencia generalizada, como lo que hace Rita Segato. Ella dice que la violencia es un diálogo entre hombres; se mandan el mensaje entre hombres, miden quién es el más macho. El feminicidio es un fenómeno complejo, no es solamente que hombres maten mujeres porque las consideren de su propiedad o porque son machistas, esa es una forma muy simple de verlo. Los hombres asesinan mujeres por un montón de factores. En México, los que se hicieron famosos fueron los feminicidios sistemáticos sexuales de Ciudad Juárez, en donde hombres desconocidos atacaron a mujeres desconocidas con ciertas características físicas; las agredieron sexualmente de forma muy brutal, dejando una marca en sus cuerpos, lo que se conoce en antropología forense feminista como “pornografía sádica”. 

Lo de las mujeres de las maquilas de Ciudad Juárez no son los únicos feminicidios. Están los transfeminicidios o los feminicidios que ocurren en la esfera íntima, cuando te mata tu pareja, cuando te mata tu familia, cuando te matan tus papás. Existen también los feminicidios por selección fetal, cuando se produce un aborto porque es el feto una niña, o cuando al nacer matan a las niñas. Hay un odio sistemático institucionalizado hacia las mujeres. 

Pero bueno, ¿qué hay detrás del macho violento?, ¿qué hace que los hombres ejerzan ese poder hacia una mujer matándola, muchas veces después de bastante maltrato? Hay muchos factores sociales, políticos y económicos. El feminismo se ha explicado el fenómeno, pero creo que las soluciones se van a hallar en los lugares en los que los hombres trabajan con otros hombres, haciendo terapia. Los hombres reciben muchas violencias, crecen con una educación machista no solo hacia las mujeres, sino hacia sí mismos. El contexto social de explotación laboral, etc., de presiones de todo tipo, es combustible para el problema. La guerra del narco también ha afectado a las mujeres de formas desproporcionadas, han aumentado significativamente los feminicidios. 

 

Hace poco hubo en escándalo en Latinoamérica porque la editorial independiente Almadía, de México, decidió no publicar un libro de la escritora colombiana Carolina Sanín por sus opiniones respecto a la comunidad trans. ¿En dónde se ubica en ese debate del feminismo actual, entre las defensoras de los trans y las “terf”, teniendo en cuenta que usted es feminista activista? 

Yo celebro la decisión que tomó Almadia de no publicar el libro de Carolina. Hubo mucho debate al respecto, si debían o no hacerlo porque el tema del libro no era la transfobia, pero ella sí es una persona transfóbica. No solamente tiene opiniones muy problemáticas hacia las mujeres trans, sino que tiene opiniones problemáticas y antiderechos en muchos niveles. Una editorial, a fin de cuentas, es una empresa privada, y las empresas privadas tienen el derecho de decidir a quién publican y a quién no. Carolina tiene cientos de miles de seguidores en redes sociales, sigue publicando con las editoriales tradicionales, sigue siendo, tal vez, la escritora más conocida de Colombia. Y Almadía es una editorial independiente que tiene todo el derecho a tener una postura ética respecto a sus publicaciones

Me pregunto si hubiera existido ese debate si Almadía hubiera querido publicar un libro de Donald Trump, por ejemplo, con tintes antiinmigrantes, o una reedición de Mi lucha de Hitler.  Hubo debate porque las mujeres trans son odiadas, porque también son mujeres, y porque las lágrimas blancas siempre van a conmover más que las opresiones sistemáticas que viven las personas. Dime en qué universo Carolina es una persona más oprimida o sufre más que una mujer trans. En qué universo Carolina ha sufrido más en la vida que lo que ha sufrido Wendy Guevara. Celebro mucho la decisión de Almadía. Como te pudiste dar cuenta, el mío es un libro que habla de las experiencias diversas que vivimos las mujeres diversas, y dentro de esa diversidad están las mujeres trans. Aquí gente que odie a las mujeres trans no queremos.

 

En su libro hay elementos fantásticos dentro del realismo crudo. Teniendo en cuenta su estética gótica dentro de su vida, ¿le interesa explorar más el terror sobrenatural en su literatura? 

Quiero seguir explorando sobre todo el terror gótico, todo el universo de los vampiros, lo que tiene que ver con la literatura de vampiros. Me interesa sobre todo el gótico aterrizado al contexto latinoamericano, como lo ha venido haciendo Mariana Enríquez o como lo está haciendo Mónica Ojeda con el gótico andino; es algo en lo que yo estoy completamente metida. En mis próximos libros, no en el próximo, incorporaré elementos del realismo mágico y el terror gótico. 

 

ACERCA DEL AUTOR


(Bogotá, 1982). Escritor y periodista cultural. Estudió comunicación social en la Universidad Javeriana y en la Universidad Central. En esta última realizó el Taller de escritores. Su libro de cuentos La vida sin dioses fue publicado en 2021 por Calixta Editores. Ha escrito sobre libros, música y películas, periodismo del yo y artículos por encargo en El Espectador, Bacánika, Cáñamo, El Universal, Contexto Media y Cartel Urbano, entre otros medios.